Toros

Oficio y tablas de Rafaelillo

  • El torero murciano, con el mejor lote de una desigual 'miurada', consigue el único trofeo del festejo · Actuaciones dignas de Jesús Millán y Alberto Álvarez

GANADERÍA: Corrida de Miura, desigualmente presentadas y en conjunto deslucida; siendo los dos últimos toros los más complicados. TOREROS: Rafaelillo, de carmesí y azabache. Casi entera y un descabello (saludos tras aviso). En el cuarto, estocada en los rubios y dos descabellos (oreja tras un aviso). Jesús Millán, de blanco y oro. Pinchazo, pinchazo hondo caído y dos descabellos (palmas). En el quinto, tres pinchazos (silencio). Alberto Álvarez, de azul y oro. Pinchazo y estocada caída (silencio). En el sexto, dos pinchazos y estocada (silencio). Incidencias: Plaza de toros de la Misericordia. Sábado 17 de octubre de 2009. Media entrada. En banderillas, destacaron Carlos Casanova y Venturita.

La miurada, desigualmente presentada, resultó deslucida en líneas generales; siendo los dos últimos toros los de peores ideas.

Rafaelillo, que contó con el mejor lote, consiguió el único trofeo del festejo. Cortó la oreja del cuarto, un animal manejable, que se quedaba corto y era tardo. Rafaelillo desplegó toda su artillería en una labor en la que buscó palmas con suertes para la galería, como dos molinetes de rodillas. Faena que tuvo como mayor virtud la entrega y en la que casi en el epílogo fue cogido cuando iniciaba un pase de tanteo. El toro empaló por la parte posterior de la pierna izquierda y derribó al torero, que recibió un derrote en el cuello con la pala del pitón, cuando intentaba levantarse. El pequeño murciano, gigante en valor, no se miró. No vio la huella que, como a fuego, había quedado grabada en su piel, a la altura de su yugular. A partir de ese momento, el público valoró más los muletazos de Rafaelillo que, lejos de amilarse, se tiró con agallas para enterrrar la espada hasta el puño en los rubios. Increíblemente -el miura, en miura-, no cayó tras ese espadazo y el torero precisó de dos descabellos para finiquitarlo. Hubo petición de oreja, concedida por la presidencia.

Rafaelillo consiguió los mejores muletazos de la tarde ante el que abrió plaza, un toro manso, pero con nobleza. Hubo momentos en que citó fuera de cacho, otros en las que estuvo muy forzado; y en un par de tandas con la diestra consiguió hilvanar muletazos estimables. Fue una faena muy larga -escuchó un aviso antes de entrar a matar-. Tras la estocada, el puntillero falló y el diestro precisó de un descabello. Eso hizo que el personal se enfriara para la petición de premio.

Jesús Millán tuvo en mala suerte un lote infumable. Estuvo digno, con el fallo a espadas como único punto negro. Su segundo quedó mermado tras estrellarse de salida contra un burladero. Millán, que ya había sufrido un susto en un quite por chicuelinas, tragó lo suyo, con varias coladas. El descastado quinto fue el más peligroso del encierro. Una alimaña que se tiró varias veces al pecho del torero maño.

Alberto Álvarez pasó inadvertido ante un mal lote. Con el manejable y deslucido tercero, que embestía con la cara alta, se mostró voluntarioso y despachó al complicado sexto sin complicarse en exceso la vida.

La tarde tuvo un nombre: Rafaelillo, el pequeño murciano de corazón gigante, que con oficio suficiente para entender a dos toros muy distintos en comportamiento y tablas para conquistar al público supo sacar rendimiento en una miurada bastante deslucida.

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