Toros

Ponce, El Cid y Luque sacan la raza ante una descastada corrida en la última de Palencia

  • La terna corta una oreja por coleta en una corrida sin clase del Puerto de San Lorenzo

Una corrida sin raza de Puerto de San Lorenzo se vio superada por la insistencia y voluntad de los toreros, que empataron a un trofeo, aunque sin poder mostrarse en plenitud el día grande de la Feria de San Antolín en Palencia.

Ponce terminó por hacer embestir a un toro por el que nadie nada un duro. Un animal que se quiso ir de las suertes desde el principio, manso y rajadito, al que el de Chiva aprovechó su fondo de nobleza para construir una faena técnica a la que el toro no le puso ninguna transmisión. Mató con brevedad y el público le reconoció el magisterio con una ovación.

Con el cuarto, de nuevo Ponce enseñó a embestir a otro manso. Un toro que tenía fondo de nobleza que el valenciano buscó hasta encontrarlo y sacarlo a flote. Con una técnica prodigiosa, fue capaz de ir metiendo en el canasto a un toro que había marcado la querencia desde el capote. Una estocada le permitió abrir el marcador de la tarde.

El Cid tuvo más disposición que toro. Saludó con un manojo de buenas verónicas, pero poco más pudo hacer porque el del Puerto de rajó. Con la muleta en la mano, porfió sin respuesta en el toro salmantino de Lorenzo Fraile. Con el quinto de nuevo derrochó voluntad pero el desrazado toro salmantino no le permitió más que una estocada. Firme y decidido, tiró del toro el sevillano y protagonizó buenos pasajes al natural.

Luque pechó con un tercero bis de Los Bayones, de aviesas intenciones,que entraba andando en las suertes y radiografíaba al torero justo antes del embroque. El de Gerena estuvo firme y enrazado con el desrazado animal. Tiró de bragueta y de mano derecha para enjaretar tandas que tenían al menos emoción. Sin embargo, la estocada le hizo guardia y el posible trofeo se quedó en silencio.

Lo bueno de Luque en el sexto fue la frescura. El sevillano no se quiso ir de vacío con otro toro que punteaba la muleta por abajo y se quedaba a mitad de camino por arriba. Además, tuvo que mantenerlo de pie, por lo que fue fundamental dar un tiempo entre muletazos. Lo mató perfecto, en la yema, y cayó.

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