Toros

Simón y Marín, a hombros

  • El público y la presidencia en Pamplona concedieron trofeos que no son de plaza de primera

  • Castella, premiado con una oreja

  • Interesante corrida de Victoriano del Río

López Simón y Ginés Marín, en su salida por la puerta grande de la plaza de Pamplona.

López Simón y Ginés Marín, en su salida por la puerta grande de la plaza de Pamplona. / villar lópez / efe

Largas cambiadas de rodillas, muletazos de hinojos y estocada al primer envite, aunque sea un bajonazo, es suficiente para cobrar premios en la plaza de Pamplona, en la que en este año se han regalado muchas orejas. Si el día anterior, la puerta grande de Cayetano fue excesiva, las de ayer de López Simón y Ginés Marín tampoco tuvieron peso específico para una plaza de primera. Por cierto, Marín sustituirá mañana al herido Andrés Roca Rey.

López Simón no dio una buena imagen ante el segundo toro de la interesante y cinqueña corrida de Victoriano del Río; un animal bajo, corniabierto y con movilidad, que derribó en varas. El madrileño anduvo voluntarioso, pero hubo exceso de enganchones. Mató a la desesperada, a topacarnero, y fue cogido. Afortunadamente, todo quedó en un varetazo en el glúteo. El público, impactado, solicitó una oreja, que fue concedida. El diestro se marchó a la enfermería.

Con el corniabierto quinto, que se quedaba corto, el trasteo de López Simón, sin apenas relieve, estuvo marcado por una voltereta, afortunadamente sin consecuencias. Una estocada caída fue la rúbrica para el premio exageradísimo de una oreja y el pasaporte de la salida a hombros.

Castella no pasó de correcto con su lote. Con el primero, noble, que humillaba y repetía, con poca fuerza realizó una labor con escasa chispa que comenzó por estatuarios y cerró con manoletinas, matando de estocada al primer envite, lo que fue decisivo para cobrar una oreja.

Con el sexto, un ejemplar bajo, con mucha leña y corto de recorrido, Castella realizó una labor interminable -escuchó un primer aviso antes de entrar a matar-. Tras recibirlo con una larga cambiada de rodillas porfió sin frutos; fallando con los aceros para ser silenciado.

Ginés Marín dejó una buena imagen. Tuvo en su primero la oportunidad de la puerta grande con un gran toro, pero tras una faena interesante falló con la espada. El jerezano, que se estiró bien a la verónica, comenzó con la diestra, de rodillas. Lo mejor lo logró al natural -el mejor pitón, el izquierdo- en dos series con ligazón, brillando en un natural ligado a un cambio de mano excepcional y en otra de mano baja. Cerró para la galería de rodillas. Se mascaba premio grande, pero falló estrepitosamente con la tizona.

Con el alto, noblón y sosote sexto, logró algunos muletazos de buen corte, alegrando sus acometidas en la media distancia, en una labor excesivamente larga. Mató de estocada, de efecto rápido, y fue premiado con las dos orejas.

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