Toros

Le faltó el beso a la princesa

  • Diego Ventura sale a hombros en Huelva y Hermoso cuaja una grandiosa faena

GANADERÍA: Corrida con el hierro de Luis Albarrán, bien presentada, sosa, distraída y muy descastada. El segundo de la tarde fue la excepción a la regla, un ejemplar con mucha clase y temple que destacó en lo positivo del festejo. TOREROS: Fermín Bohórquez, vuelta al ruedo tras leve petición en su primero. En el cuarto, saludos. Pablo Hermoso de Mendoza, saludos tras petición. En el quinto, volvió a saludar desde el tercio. Diego Ventura, oreja en el primero de su lote. En el sexto, oreja. INCIDENCIAS: Plaza de La Merced. Muy buena entrada de público sobrepasando los tres cuartos de plaza aunque sin llegar al lleno. El calor se dejó notar durante toda la tarde. Al final del festejo Diego Ventura salió a hombros

Le faltó el beso a la princesa para que el cuento acabara bien. Sólo eso, un simple beso y aquello hubiera sido sublime. La historia lo merecía de verdad. Era el todo o la nada y Pablo se quedó con la nada y los demás, con la miel en los labios después de una faena sabia, espléndida, llena de maestría y destilando poder y temple al mismo tiempo. Era el rejoneo hecho sueño. Sueño de aficionado y sueño de princesa loca por entregarse al galán, pero falló el beso y con la plaza predispuesta el cuento nos despertó de pronto a lo que sin duda era la realidad.

Realidad bien diferente de ese segundo acto donde hubo toro y, sin duda, una de las mejores versiones de este Mendoza que manda tanto en el rejoneo. Los cuentos tienen eso: cuentos son y la realidad de un mal uso con los aceros del navarro le dejó tan sólo con el sabor de haber llevado el temple hasta las máximas cotas que permite un toro y un caballo. Más no se puede ... ¿O a lo mejor sí?

Le faltó fondo, mucho fondo, al encierro de Luis Albarrán. Claudicaron en su casta y acometida tras el castigo de los rejones y costó Dios y ayuda centra una faena digna de entusiasmo para un tendido que tampoco regaló nada a los actuantes. ¿Cómo contar, entonces, que Ventura se fuese a hombros con semejante material?

Sin duda que desde la ambición. La ambición que condiciona el toreo del luso-sevillano en todos los conceptos de una lidia reunida en torno a una cuadra tan valiente y ambiciosa como su dueño. Una cuadra que le permite a Ventura cruzar la línea de la cercanía al pitón prohibida a otros y al tiempo le acompaña hasta el final para entresacar la ovación al tendido cuando la tarde se pone dura y la princesa no se despierta en condiciones. En ese duelo particular que mantienen Pablo y Diego se mantiene la diferencia en el triunfo. Pablo lo hace bonito y hondo cuando y donde debe hacerse. La ambición de Ventura le lleva a inventarse la faena donde no hay nada.

Ese fue el argumento donde Ventura cortó la primera oreja del festejo a un toro muy rajado y sin ganas de pelea que sólo duró las primeras acometidas vibrantes a Nazarí. Antes, ya le había respondido Diego a Pablo con unos impresionantes recortes con los que templar la brutalidad del toro. Y es que la historia viene repetida en el sexto, donde la espectacularidad de Revuelo y Gines entreabrían la Puerta Grande a poco de estar acertado con los aceros. Otros hubieran desistido cuando el acero pareció pinchar en hueso, pero donde otro suelta, Ventura empuja, y así se fraguó esa segunda oreja que le convierte en el primer triunfador de Colombinas.

Bohórquez tiene planta de galán, pero la princesa parece resistírsele y no le da ni la opción al beso. Así que entre las nulas condiciones de su primero, donde ciertamente cargó con el mochuelo de abrir plaza, y de encontrarse además a un toro aquerenciado en los adentros, poco pudo hacer el jerezano si no fuera el dejar dos buenos pares de banderillas a dos manos aprovechando las querencias de los terrenos de adentro.

Tampoco estaba el jerezano por trabajar mucho al bicho. Así que entre el tiempo de la cuadrilla y las pocas ganas que aparentó en el cuarto de la tarde, el festejo quedó prácticamente para esperar qué hacían Pablo y Ventura con los que quedaban en chiqueros.

Lo de Ventura ya está contado, así que ciñiendo el relato al navarro digamos que cubrió con oficio el quinto acto del festejo gracias al brío que le echaron a la lidia tanto Van Gogh como Pirata. Dos caballos toreros, grandes, insultantemente bellos que dejaron momentos sueltos e importantes en una lidia que no tuvo colofón tampoco con los aceros.

Lo importante no es lo que ocurre, sino lo que se recuerda y posiblemente el rejoneo de Hermoso al segundo de la tarde sea de las cosas que más se recuerden cuando pase el tiempo y haga historia cierta a la tarde de ayer.

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