Toros

Una oreja a Morante de la Puebla, premio a la nada, en Valladolid

  • El diestro sevillano consigue el único trofeo del penúltimo festejo de la feria castellana · José Ignacio Uceda Leal y Alejandro Talavante se marchan de vacío

GANADERÍA: Se lidiaron seis toros de Las Ramblas, desiguales y justos de presencia, bajos de raza y de poco juego. Primero y cuarto apuntaron más calidad, pero viniéndose enseguida abajo. TOREROS: José Ignacio Uceda Leal, pinchazo y estocada (ovación). En el cuarto, estocada y descabello (ovación tras leve petición). José Antonio 'Morante de la Puebla', estocada (oreja). En el quinto, estocada (palmas). Alejandro Talavante, dos pin chazos, media y descabello (ovación). En el sexto, tres pinchazos y media (silencio tras aviso). Incidencias: Plaza de toros de Valladolid. Algo menos de media entrada en tarde espléndida.

Una oreja a una faena sin ninguna trascendencia de Morante, en Valladolid, culminó una semana que, a falta de lo que suceda mañana en el cierre con la de rejones, ha estado marcada por la generosidad del tendido y la falta de rigor en el palco.

Le cantaron a Morante un fandango cuando iniciaba el trasteo con la muleta en el quinto toro. Una expresión de angustia para implorar silencio en la seguridad de que resultaría especialmente transcendente la obra de Morante, y en ese sigilo anidaría el misterio y la solemnidad de su toreo.

Pero no contaba el cantaor con la escasa condición del toro de Las Ramblas, ni siquiera con el afligido ánimo del torero. Y enseguida todo quedó en el quejío a modo de lamento por lo que no fue.

Cante en la tarde, sin destino. Con un Morante dado a los medios y deslavazados pases frente a un animal que en su condición de inválido se defendió mucho, calamocheando, haciendo imposible cualquier intento de faena. Ni pamplinas, para entenderse. Y así y todo casi le hacen salir a saludar tras el arrastre.

Tal es de buena la gente de Valladolid. Y hasta qué punto, que en el toro anterior ya le habían dado una oreja al de La Puebla cuando lo único que hizo realmente en condiciones fue matar como Dios manda, cobrando a la primera una estocada de efecto rápido. Aunque torear, lo que se dice torear, muy poquita cosa o nada.

Detallitos sueltos en la apertura, a modo de ayudados por bajo, pero sin embraguetarse. Y naturales tropezadillos y sin la oportuna ligazón, con el toro rematando los viajes con la cara alta. Más complicado por el lado derecho, ahí hubo todavía menos. Vuelta al otro pitón sin mayor compromiso, y cuatro cositas más, meros apuntes, sin redondear nada.

Lo dicho, la estocada, y la devoción y el halo que despertaron hoy más su figura que su propio toreo, dieron paso a una de las orejas más baratas de la feria, que ya es barata.

A todo esto lo más logrado en la tarde llevó la firma de Uceda Leal, que dicho sea de paso contó con el lote más enclasado, aunque a la postre también sus dos toros acabarían buscando la querencia y negándose cuando ambos trasteos empezaban a tomar altura.

Muy bonitos los dos comienzos de faena de Uceda, por el temple y el aroma que desprendían los muletazos sobre todo a derechas, de trazo firme y muy sentidos.

Lástima que en cada caso y tras la segunda tanda amagaron los dos toros con rajarse, hasta que efectivamente se acabó lo que se daba, no obstante, lo que insistió el hombre para exprimir con denuedo y belleza las últimas y desvaídas arrancadas.

Pudo haber cortado Uceda una oreja del cuarto, pero faltaron pañuelos en la petición.

Talavante tuvo un primer toro que se lo pensaba mucho y quedándose corto, con el que a pesar de todo, en las cercanías, firmó muletazos de muy bella fractura. El otro, reponiendo las embestidas y haciendo hilo a la salida de los pases, resultó más molesto, y aunque no se cansó Talavante de estar ahí la faena fue más superficial.

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