Thomas Joubert. Novillero

"Es mi tercera cornada; son muy pocas, esto es parte del toreo"

  • El novillero francés se recupera en Sevilla de sendas heridas en los testículos. Alumno de la Escuela Taurina de Arles, toreó su primera becerra a los 12 años.

El novillero francés Thomas Joubert convalecía ayer en la habitación 220 de la Clínica Sagrado Corazón recuperándose de las heridas en el escroto. El último novillo del festejo celebrado el pasado domingo en la Maestranza le infirió una cornada en los testículos. El joven arlesano, de 19 años, explicaba que son gajes del oficio y “molestias que se pueden soportar” y añadía “espero salir de la clínica lo antes posible”. Muy crítico consigo mismo, de vocación muy temprana, está siendo ayudado por Antonio Corbacho, el descubridor de José Tomás y Alejandro Talavante.

–Thomas, en tan sólo 13 novilladas, tres cornadas. ¿Está pagando un precio muy alto?

–Es mi tercera cornada; son muy pocas, esto es parte del toreo. Hay toreros que torean menos y se han llevado más cornadas y más fuertes. Las dos primeras mías fueron en la pierna derecha, en Millas (Francia) y en Madrid, de la que me operaron por dos veces.

–¿Llegó a pensar, el pasado domingo, que el novillo, incierto, acabaría hiriéndole?

–En el momento en que estás en el ruedo uno no piensa en ello. El novillo era tardo, luego venía con fuerza en el primer muletazo, cambiaba.

–¿Cómo fue el anterior y su actuación en conjunto?

–Era mejor, pero se rajó. Me enganchó muchas veces la muleta. La novillada fue desigual y no estuve bien. Hay que decirlo.

–Se había ganado el puesto en su debut, el pasado 20 de septiembre. ¿Cómo lo vivió?

–Fue un día muy bonito. Nunca había pisado la Maestranza; ni siquiera como espectador. Desde el paseíllo, fue todo impresionante. Una tarde para el recuerdo.

–Recordó mucho a su compatriota Castella. ¿Quiénes son sus toreros predilectos?

–Respeto mucho a Castella, pero intento torear como Joubert. Castella es un ejemplo. Yo todavía no he hecho nada. Desde niño he admirado a César Rincón, un ejemplo de hombría en la plaza. Lo veía como un héroe. Pero yo quiero torear como lo siento, con mi personalidad.

–¿Y cómo es ese toreo?

–Eso lo debe decir el aficionado y el público. Yo lo que tengo es que coger más oficio. No me gusta hablar de mí.

–¿Cómo nace su afición?

–No tengo antecedentes taurinos. Mis padres son aficionados y me llevaban a ver las corridas en Nimes y Arles. A los dos años me pasaba la tarde viendo toros en televisión y de niño banderilleaba al perro con los mondadientes y toreaba de salón con una toalla. Tengo fotos de todo eso.

–O sea, que su vocación se remonta casi a la cuna...

–No puedo decirlo, pero es una cosa muy fuerte.

–¿Cuándo se puso delante de una res por primera vez?

–A los 12 años. Sucedió una cosa curiosa. Vivíamos en un pueblo cercano a Arles y nos trasladábamos allí. Yo no quería salir del pueblo. Tenía allí a mis amigos. A cambio de no protestar, mis padres me inscribieron en la Escuela Taurina de Arles. Ese mismo año toreé mi primera becerra.

–Su nombre comenzó a sonar al llegar a la final veraniega en Las Ventas.

–Cada novillada era la última. Llegué a Madrid y estuve bien. La diferencia entre aquel domingo y al día siguiente fue enorme. Se me abrieron puertas.

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