Unicaja

Cuando el Unicaja se hizo mediocre

  • Sólo se han jugado tres de las 13 últimas semifinales en competiciones nacionales: lo que era rutinario se ha convertido en extraordinario

  • La derrota ante el Barcelona lo recuerda

El Unicaja sólo ha jugado tres semifinales de Copa o ACB de 13 últimas posibles. La derrota en Vitoria ante el Barcelona ha dejado un poso de amargura grande. La sensación de que el Unicaja ya no es un grande está latente. El diseño de las semifinales de la Copa retrata el núcleo de poder del baloncesto español. Los tres de Euroliga más el Valencia, quien más se le acerca. El Gran Canaria también ha jugado varias finales en temporadas pasadas. Y el Unicaja es ahora intrascendente cuando se habla de títulos. Lo que antes era un hábito, estar entre los cuatro mejores, ahora es algo extraordinario.

Se asume el discurso de que se ha bajado el presupuesto y de que el Barcelona casi triplica al del Unicaja. Aunque con cinco lesionados de larga duración y un equilibrio interno precario, era muy abordable. Lo fue, de hecho, en el primer tiempo. Pero el Unicaja le dejó vivo. Transmitió falta de energía cuando tocaba aniquilar al rival. Tampoco desde el banquillo se tocó ninguna tecla para cambiar el curso del partido. Cuando el Barcelona se puso por delante, se agachó la cabeza y el partido se fue entre los dedos.

Para contextualizar, en la década pasada, el Unicaja sólo faltó una vez a las semifinales de la ACB. Fue en 2007, a cambio se jugó la Final Four. Se jugaron 15 años ininterrumpidos en Euroliga hasta que se bajó a la Eurocup esta campaña. Reflexionaban Sergio Scariolo y Aíto García Reneses el viernes, en una mesa redonda muy interesante, sobre la transición entre ellos y las expectativas. Scariolo valoraba que "la caída es fea" cuando se ha llegado un punto en el que no se puede progresar más, sólo mantenerse. Igualmente, Aíto lamentaba que no se valorara que el equipo se quedara tercero. La exigencia estaba ahí, se venía de la mejor época del club. Las dos temporadas que acabó el técnico madrileño se estuvo en semifinales de ACB. Digamos que el estatus de estar entre los cuatro mejores se mantuvo.

Ahora no, con el paréntesis de la gran temporada 2014/15, el Unicaja se ha habituado a la mediocridad. Si estar entre los ocho mejores vale, entonces sí. La exigencia mal entendida puede ser nociva, pero colocarse retos muy asequibles desvirtúa la ambición que se le presupone a un club de la historia y la tradición del Unicaja. Lo que era hábito ahora es algo raro.

Se puede criticar la composición de la plantilla, el desequilibrio, por abundancia en alguna posición o escasez en otra. El duro palo de Joan Plaza a Dejan Musli sonó fuera de lugar por la personalización, quizá queriendo decir que no era una petición suya el fichaje. Cierto es que el serbio fue superado por Tomic. Pero no ha sido norma del técnico catalán personalizar derrotas. No se le preguntó por él en concreto y lo soltó.

Cuesta creer en la solidez de este equipo para ilusionarse en lo que queda de temporada. No ha encadenado varios partidos seguidos buenos ya pasado el ecuador de la campaña. Y las características del equipo no invitan a ser optimistas. Viene un periodo de reflexión. Carlos Jiménez, secretario técnico, dice que no se prevén cambios en la plantilla a estas alturas. A ver cómo reacciona el equipo.

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