Unicaja

Los irreductibles verdes

  • La pantalla gigante en Los Guindos fue un éxito, casi pareció una Galia cajista

  • El himno resonó en la pista principal y Viny se llevó una buen ración de aplausos

  • Sensación final de revancha

Si los 55 de Valencia fueron héroes, los casi 500 que convirtieron Los Guindos en una pequeña Fonteta verde no fueron menos. Pocos pero fuertes, como aquellos irreductibles galos comandados por Astérix y Obélix. Que por momentos vieron la victoria en la mano y no se marcharon con la sensación de derrota, sino de revancha que habrá de tomarse dentro de apenas 48 horas. Las cajistas no son gargantas fáciles de apagar.

Salió rico y divertido el invento de poner una pantalla gigante en el corazón del baloncesto malagueño. La pista principal tomó cierto aire a verbena, con todas las sillas de plástico que cupieron sobre el parqué y una de las gradas laterales habilitadas para los que madrugaron y tomaron sitio. Padres con sus hijos, aficionados en pareja, grupos de amigos. Hubo diversidad, como suele verse en el Martín Carpena cada partido. Y, cómo no, el verde predominando, que es casi otra piel.

Ángel Bordes, Manolo Bazán y José Carlos Gaspar representaron al club en Los Guindos

Los vítores continuos tuvieron su momento álgido con el himno de Pablo López, que hace tiempo consiguió extenderse tal y como era la intención con su creación. Puso los vellos de punta antes del inicio del encuentro, pero más aún cuando a falta de un par de minutos Kyle Fogg clavó un triple que reducía la distancia a cinco puntos. Salió del corazón, como si fuera el penúltimo aliento para el Unicaja. El penúltimo porque habrá mucho que decir pasado mañana. Con esa sensación se marcharon los rostros de Los Guindos, pidiendo revancha y estando seguros de que la serie se llevará al último partido, para el que habrá otra pantalla gigante si se tercia.

El club tiene a sus grandes representantes en Valencia, pero hubo membresía en el evento. El gente, Ángel Bordes, y dos clásicos como el técnico Manolo Bazán y José Carlos Gaspar sintieron ese apoyo mandado a la distancia. Que rompió decibelios con los sonados minutos de Viny antes del descanso y a veces tenían continuidad en las dudas acerca de si Nedovic estaba tan mal como para no tener más minutos.

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