INVESTIGAR EN HUELVA

La historia de un trato desigual

  • Victoria Galloso, de la Universidad de Huelva, evidencia los distintos parámetros que se usan en la enseñanza de las Matemáticas y la Lengua.

Imagen de un colegio onubense.

Imagen de un colegio onubense.

¿Por qué los niños tienen pánico a las Matemáticas mientras que la Lengua la ven como una materia mucho más accesible? Cuando estamos en unos momentos en los que se buscan las causas de las deficiencias que presenta el sistema educativo español, hay profesionales que no dejan de investigar para mejorar el aprendizaje.

Ese es el caso de la profesora del Departamento de Filología de la Universidad de Huelva (UHU), María Victoria Galloso Camacho. La docente e investigadora considera que “el uso disciplinado de la Lengua es una cuestión fundamental, como sucede en las Matemáticas”. Sin embargo, no es eso lo que nos encontramos en las clases donde se percibe con notoria claridad que “la importancia que le otorgan los maestros de Primaria a estas dos materias es bien distinta”.

Y eso es algo que se arrastrará durante todo el proceso de aprendizaje como, desgraciadamente, ponen de manifiesto las deficiencias bastante notables, a veces, que se encuentran en los estudiantes universitarios en lo que se refiere a aspectos como la gramática o la ortografía. Para la docente de la UHU hay dos aspectos clave que explican esta situación: un sistema universitario que no se preocupa por la adecuada didáctica de nuestra lengua; y, por otro lado,  los manuales escolares: un monótono y, a veces, equivocado material que “arrastramos año tras año” para los alumnos de Infantil  y Primaria.

Victoria Galloso Victoria Galloso

Victoria Galloso

Galloso apunta, en su estudio, a las diferencias didácticas que desde Infantil y Primaria se encuentran entre las Matemáticas y la Lengua. En el primero de los casos, se requiere un ejercicio reflexivo de análisis. La situación es distinta cuando el niño aprende Lengua. La metodología consistirá en leer cada día y, una vez a la semana, entregar una ficha de control de lectura; escribir cuentos sobre la materia de Conocimiento del Medio que están tratando en clase, aunque se les insiste en la creatividad y en la ficción; los dictados, cuyos errores ortográficos deben copiar varias veces en el cuaderno y ejercicios le Lengua (determinantes, pronombres, adjetivos…). La diferencia radica, no obstante, en que el currículum no parece exigir el aprendizaje obligatorio de las normas de acentuación y puntuación y la propia lengua desde un punto de vista reflexivo. En otras palabras, el niño ya percibe, y con razón, que el aprendizaje de Lengua es menos riguroso que el de Matemáticas y, de ahí, argumenta Victoria Galloso, viene gran parte del miedo y el rechazo que esa última materia suele provocar: “En Matemáticas, el niño debe trabajar duro con la observación, el cálculo, la memoria. El trabajo de Lengua no es riguroso y se abandona en la confianza de hacer siempre lo correcto, o lo más o menos correcto; total, no importa”.

Todo ello lleva a la profesora de la Universidad de Huelva a sostener que “es preciso cambiar la metodología docente, tratar de resolver este problema de lenguaje”. Galloso lamenta el empobrecimiento en la formación y en la vida profesional y personal que provoca ese aprendizaje deficitario de la lengua. Para la investigadora “la comunicación es mucho más rica cuando está mejor escrita”. En un intento de autocrítica declara que “los profesores de Lengua somos los responsables de que en cualquier ámbito académico se considere una pequeñez que a una frase o a un texto le falte una coma o una tilde o no se reflexione sobre la forma, la función o la significación de nuestra lengua; ¿acaso se tachan de pequeñeces las carencias de los signos fundamentales del área de las Matemáticas ya desde Infantil o Primaria? Es necesario, por tanto, investigar la importancia de nuestra disciplina y sus contenidos, igualmente fundamentales, y la discriminación que sufre respecto a otras disciplinas”.

Hay un alegato de este modo, a sostener la importancia de las normas ortográficas –de puntuación por ejemplo- como una necesidad para que el alumno pueda expresarse convenientemente, no solo en el ámbito de su aprendizaje sino para el resto de su experiencia vital. Pese a los ataques que la ortografía ha sufrido en estos últimos tiempos, algunos de ellos nutridos de una buena dosis de esnobismo, Victoria Galloso abre una vía para ayudar a los maestros a llevar desde esos primeros años de aprendizaje, las normas básicas de puntuación y acentuación que eviten en la mayor medida posible que los errores en estos ámbitos lleguen hasta la etapa universitaria. 

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