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El latido de la primera prueba

  • La tradición y el ambiente en las calles marcan la jornada festiva, pese a los retazos de mal tiempo

Pese a las dudas, las llamadas gratuitas a Aemet y las miradas al cielo, el negociado de aguas decidió dar un respiro a las ansias de escuchar los redobles de un tambor tras un trono que, con lenta mecida, avanza hacia su casa hermandad. Domingo de Pasión, vulgo de traslados, una jornada con la que cambiar las rutinas de una ciudad que quedó adormecida de fiestas con centenares de personas cuando, en febrero, se despedía Don Carnal. Se convertía la jornada en la primera prueba de fuego para lo que, en seis días, llegará.

La mañana acusó el vacío de la Media Maratón en San Felipe Neri para dejar todo en manos de Humildad y Paciencia. Las nubes no dieron tregua y, entre paraguas, la espera se alargó para que la hermandad de Cruz del Humilladero pudiese salir, por el camino más corto y en andas separadas, para llegar en minutos a la plazuela Virgen de los Dolores y Esperanza.

Por la tarde la ciudad renovaba sus puestos para hablar de tradición centenaria cuando debe decir costumbre. La archicofradía de la Sangre volvía a abrir los brazos al pregonero de la Semana Santa y que, mientras los niños se alzaban a hombros de sus padres, Santi Souviron portase al Cristo de Palma Burgos. Dentro, Consolación y Lágrimas se despedía de la Virgen del Patrocinio para esperar, en otro centro cofradiero, a que la historia se vuelva a repetir un Miércoles Santo.

La ruta nazarena obligaba a acudir a los Santos Mártires por dos veces. La primera, para Jesús de la Columna y María de la O. Entre casi un centenar de bastones, los primeros empujones y los móviles en alto para inmortalizar a la clase política en su entrenamiento para llevar las imágenes hasta Frailes y perfeccionar el toque de campana por calle Comedias. Media hora más tarde de lo previsto, como regalo de una nube que podía descargar agua, las imágenes de Jesús Orando en el Huerto y la Virgen de la Concepción. Sello sobrio e historia para viajar hasta El Perchel haciendo afrenta al viento para cruzar, como cada año, el Puente de los Alemanes.

Desde San Agustín, con flores amarillas y moradas lanzadas por el público al pie de las andas, Jesús a su Entrada en Jerusalén y María Santísima del Amparo renovaban la liturgia de competir con turistas perdidos en el cortejo buscando, con la mirada de sus hermanos por medio, el lugar turístico de masas y sin fronteras. Apenas basta un entorno histórico para superar obstáculos y subir entre la libertad de Torrijos y la enseñanza de los Condes de Buenavista allá por calle Gaona.

En lo más recóndito del Oratorio de Santa María Reina, con la mirada puesta al cielo de Berzosa, el Cristo de la Agonía esperaba al ritual que, medido al milímetro, guarda los últimos suspiros para izar en el aire al Crucificado. Con delicadeza, la imagen ascendió a las alturas entre versículos bíblicos que recuerdan, entre veladas palabras, que todo ha de volver a su cauce. Entronizada, la Virgen de las Penas observaba de reojo la escena de miradas desde la realidad de la tierra.

En Capuchinos, todo volvía a ser igual, aunque las circunstancias fuesen otras. Jesús del Prendimiento y la Virgen del Gran Perdón no necesitaron visitar a las Hermanas que, como buenas hospitalarias, les albergan desde hace casi un año. Calles llenas y tonos rojos y verdes de los semáforos reflejados en la plata mientras, camino de Eduardo Domínguez Ávila, un muro de guiones esperaba frente a la nueva casa salesiana y donde María Auxiliadora y la Divina Pastora comparten realidad parroquial.

Bajando hasta lo profundo del sendero que marcó el acueducto de San Telmo, la Virgen de la Piedad asistía al cara a cara entre azules y naranjas para tocar la campana. En los minutos que pasa la dolorosa fuera de su capilla y se adentra en los arrabales del centro, deja un hueco entre la gente que ya ha conseguido llenar de cáscaras de pipa tanto acera como calzada. La realidad de cada jornada de la Semana Santa, hecha en pequeñas dosis, para quitar hojas del calendario hasta la mañana más esperada.

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