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La difícil vida de los enfermos renales

  • Pacientes trasplantados o en diálisis recomiendan hábitos saludables para proteger los riñones

Pilar Romero, Francisca Alcoholado, Lourdes Vera y Miriam Porto (de izquierda a derecha), ayer tras el pasacalles.

Pilar Romero, Francisca Alcoholado, Lourdes Vera y Miriam Porto (de izquierda a derecha), ayer tras el pasacalles. / javier albiñana

Hay personas que no pueden tomar un plato de caldo, un café o simplemente un vaso de agua. Porque sus riñones no trabajan y, al no orinar, el líquido se acumula en su cuerpo. La diálisis, a la que deben someterse día por medio, evita su muerte. Pero la máquina desgasta y, además, no es el único problema al que deben enfrentarse estos pacientes renales. La dieta les obliga a privarse de un placer tan simple como beber agua. O de muchas frutas, porque contienen líquido o potasio, también contraindicado para estos pacientes. Una forma de eliminar este mineral de las verduras es congelarlas o remojarlas durante un día, así que este ritual es habitual en sus cocinas.

Los enfermos renales desgranaron ayer estos detalles cotidianos para que la población tome conciencia de la importancia de llevar hábitos de vida saludables para proteger los riñones. La Asociación de Lucha contra la Enfermedad Renal (Alcer) celebró un pasacalles por Larios para sensibilizar sobre estas patologías. Hubo marcha, batucada y suelta de globos.

Allí estaba Lourdes Vera, de 42 años, ya trasplantada. Su madre, Francisca Granados, le donó un riñón en vida hace ya un año y medio. "No tuve ninguna duda al donar y no me arrepiento porque le he dado salud a mi hija", contaba la mujer que la acompañaba en la marcha. En el caso de Lourdes, la insuficiencia renal fue originada por una enfermedad autoinmune. Es decir, que su cuerpo atacaba a sus riñones. Estuvo cinco meses en diálisis hasta que la donación de su madre cortó aquella dependencia. "Con el trasplante ganas calidad de vida porque la máquina es horrible", afirmaba.

Los trasplantados explicaban que tras esta operación recuperan la normalidad, aunque tienen que tomar un tratamiento de por vida para no rechazar el órgano que han recibido. Algunos añadían que además se encuentran algo más cansados.

"Yo estoy muy mejorada con el trasplante, aunque no tengo la fuerza que tenía antes", sostenía Francisca Alcoholado, que estuvo tres años en diálisis hasta que una donación de cadáver le cambió la vida. Mientras se dializaba le reconocían una discapacidad del 70%. Tras el trasplante se la rebajaron al 37%. Ella cree que no debería ser así porque, aunque tras la intervención mejoran, siguen siendo enfermos crónicos y no tienen la misma energía que antes. La presidenta de Alcer, Josefa Gómez, precisó que en la provincia hay unos 750 pacientes renales en diálisis y unos mil trasplantados. "Este pasacalles que organizamos es para visibilizar la importancia de la prevención de la enfermedad renal", explicó. El acto tuvo lugar con motivo del Día Mundial del Riñón que se celebró el pasado jueves.

Allí estaba también Pilar Romero. Acababa de salir de la diálisis y todavía estaba "algo mareadilla". Pero no quiso faltar a la cita con Alcer. Está esperando un trasplante. Su hija se ofreció a donarle un riñón, pero el informe psicológico lo desaconsejó ya que Pilar no estaba demasiado convencida por toda la vida que tiene la joven por delante. Ha cumplido 57 años y hace cinco que le diagnosticaron una enfermedad genética que causó insuficiencia renal. De momento sigue en diálisis, esperando que llegue otra donación. "A la gente le recomiendo que beba mucho líquido, que controle su tensión y que tenga hábitos saludables", apuntaba mientras la marcha avanzaba por la calle Larios.

Miriam Porto, de 50 años, lleva cinco en diálisis. Está a punto de entrar en lista de espera para un trasplante. "Hace dos años que ya no orino nada porque mis riñones están paralizados", explicaba. Y precisaba que por eso tiene que medir con cuentagotas todo el líquido que ingiere porque sólo lo elimina gracias a la diálisis. A veces la enfermedad renal aparece por un problema genético; otras surge como patología autoinmune y en muchas ocasiones, por los hábitos no saludables. En las dos primeras, las causas no están en manos de los propios pacientes para atajarlas. Pero en la tercera sí. Por eso, ayer, el enfermos y familiares insistieron en la importancia de llevar una vida sana ya que "prevenir es la mejor cura".

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