PALMETAZO del fútbol a la política doméstica, sobre todo cuando se ha convertido tan en bananera como la nuestra. Por una vez se han puesto de acuerdo FIFA y UEFA para decirle al Gobierno español que con las cosas de comer no se juega. Y en las cosas de comer entra de lleno la objeción del fútbol a la injerencia política sea del color que sea. En este caso lleva el rojo de la camiseta de España y se ha puesto en juego el codiciado Mundial 30.

No sé cuánto lodo creará el polvo levantado en torno al beso de Luis Rubiales a Jenni Hermoso, pero los daños colaterales se antojan indescifrables. Y así como el doble mandarinato del fútbol ecuménico avaló la suspensión de Rubiales, ahora ha negado la mayor a la de su heredero en el cargo, Pedro Rocha. Y lo ha hecho bajo la vieja conseja florentina de preguntar. ¿Desea España organizar el Mundial y jugar la inminente Eurocopa? Si es así, respeten las reglas de juego.

Las reglas por las que se rige el mundo del fútbol en todo el orbe son inviolables, han dicho desde la cúpula. Es más, incluso peligraría la participación española en las competiciones de clubes. Si se forma parte del mundo del fútbol hay que ser respetuoso con sus normas. Y eso es algo que se sabe o se debería saber por parte del Gobierno español. Ya son varios los países que fueron excluidos de la mesa del fútbol por haber obrado a su antojo sin respetar las reglas de juego.

¿Hasta cuándo el tsunami Rubiales? ¿Hasta dónde las consecuencias de un beso que en directo no pareció dar para tanto? Pues vaya que sí está dando juego la procacidad del muy procaz Luis Rubiales. A dicha forma de comportarse ayuda la ignorancia de un Gobierno que parece desconocer cómo se juega a esto. Las consecuencias son incalculables, aunque todo indica que el mandarinato que sufrimos plegará velas para que los daños sólo sean a primera sangre, sólo a eso.