Adolfo Suárez

Un héroe de su tiempo

EL nombramiento de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno por el Rey, en julio de 1976, no le pareció una buena idea prácticamente a nadie, ni del Régimen de entonces, ni de los llamados "aperturistas", ni de la oposición democrática. Ricardo de la Cierva, por ejemplo, en El País, escribió aquello de "¡Qué error, qué inmenso error!". Muchos otros, cada uno por su lado, emitieron sus correspondientes juicios negativos. Que yo recuerde, tan sólo en el editorial de El Socialista, que entonces se redactaba y tiraba en Sevilla, se analizó sin condenas previas, y con algo de acierto, la nueva situación que se creaba. Merece la pena recordarlo, ahora, a toro pasado. Para lograr la instauración de la democracia, se decía, "y aunque parezca paradójico, puede resultar útil el nombramiento de un Presidente del Gobierno que no fue protagonista de la Guerra Civil, sin un pasado político relevante, que procede del Movimiento y que, por conocerlo perfectamente, puede ser un buen arquitecto para derribar las instituciones que hasta ahora han venido cerrando los caminos de la libertad" (El Socialista, julio de 1976).

Aquella posición del PSOE de 1976 no fue improvisada. Se basaba en una, por así decirlo, "traslación" a la situación española del método de análisis que utilizó don Carlos Marx al escribir El 18 Brumario de Luis Bonaparte: cuáles eran los grupos en presencia en un Régimen al final de sus días y cuáles eran los intereses de los distintos grupos. El marxismo seguía siendo útil como método de análisis de la realidad, aunque muchos se hayan olvidado. Y la Historia acabó dando la razón a aquel análisis. Bueno, es decir: la Historia, la sociedad española, los partidos políticos, los sindicatos, los medios de comunicación… y, last but not least, don Adolfo Suárez González. Si Adolfo Suárez no hubiera sido nombrado presidente del Gobierno en 1976 -¡sólo ocho meses después de la muerte de Franco!-, seguramente, la democracia habría acabado llegando, pero no se sabe en cuánto tiempo ni con cuánto coste.

Suárez supo entender cuál era su papel y cuál era su destino. A mi modo de ver, él -un hombre de segundos planos hasta sus 43 años, un político profesional que había ocupado hasta entonces lugares muy secundarios, una criatura del propio franquismo, en definitiva- entendió -¡y concretó para los españoles!- el reto al que se enfrentaba; se trascendió a sí mismo; y se incorporó al rango y a las nóminas de los héroes de nuestro tiempo. Y el elenco de los mejores generadores o parteros de una buena Historia de España.

Suárez, para mí, es el más claro ejemplo de cómo la investidura en una responsabilidad puede transformar y hacer crecer a una persona, hasta niveles heroicos. Porque un héroe, al final, es una persona que sabe que hay que hacer una cosa, que sabe que otros no se atreven o no quieren hacerla, y que decide hacerla él. A costa de sí mismo, incluso.

A mí me caía muy, muy bien. Es una pena que ya no esté.

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