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El Instituto de la Grasa-CSIC realiza estudios para prevenir el alzhéimer con aceite de orujo de oliva

  • Trata de demostrar la relación y ofrecer soluciones

Trabajo de laboratorio.

Trabajo de laboratorio.

EL alzhéimer es la causa más común de demencia y se espera que el número de personas que la sufren se cuadruplique para el año 2050. Esta enfermedad tiene consecuencias dramáticas para las personas que la padecen y sus familiares, pero por el momento no se ha encontrado un tratamiento curativo, a pesar de que miles de científicos se afanan cada día en su búsqueda.

Aunque algunos investigadores se muestran pesimistas sobre la posibilidad de encontrar una cura para el alzhéimer en lo que nos queda de vida a los que estamos vivos hoy en día, cada vez conocemos más sobre la enfermedad y cómo prevenirla.

El alzhéimer se caracteriza por una pérdida de neuronas, pero también por una inflamación crónica en el cerebro. Estos procesos se asocian con la acumulación de depósitos de las proteínas amiloide-beta y tau. A medida que aumentan estos depósitos, el paciente va perdiendo sus capacidades cognitivas y su memoria, hasta que el deterioro es tan grande que fallece.

Además de neuronas, en el cerebro existen otros tipos celulares con diferentes funciones. Entre ellos, la microglía desempeña un papel crucial en la mayoría de neuropatologías, ya que actúa como sistema de defensa, que se activa tras detectarse alteraciones en el cerebro. Las células de la microglía examinan constantemente el microambiente, a modo de policías del cerebro, en busca de señales de infección y lesiones y se activan cuando las encuentran.

Como resultado, se produce un proceso inflamatorio, que cuando es transitorio, contribuye a la protección de este órgano. Sin embargo, cuando se hace crónico, puede resultar dañino.

Curiosamente, este proceso inflamatorio es similar al que ocurre en las arterias en las enfermedades cardiovasculares. En este caso, la inflamación se puede activar por las partículas que transportan por la sangre las grasas que ingerimos. De esa manera, las grasas de nuestra dieta pueden influir en la aparición y evolución de la enfermedad cardiovascular.

Este fenómeno podría constituir el vínculo entre la enfermedad cardiovascular y la de alzhéimer, lo que ya ha sido sugerido en algunos estudios en humanos y animales de experimentación, aunque el mecanismo subyacente sigue sin desvelarse. Por ejemplo, se ha detectado ese vínculo en el cerebro de ratones de laboratorio, que se emplean como modelo de alzhéimer, pero también en el de humanos que han fallecido tras sufrir esa enfermedad.

La grasa en la dieta

Además, y de forma análoga a lo que ocurre en las dolencias cardiovasculares, también existe evidencia que relaciona el consumo de grasa en la dieta con la aparición y progresión de la enfermedad de alzhéimer. Así, la ingesta de ácidos grasos saturados favorecería las alteraciones de los lípidos plasmáticos, pero también la inflamación y el estrés oxidativo. Por el contrario, el consumo de aceites ricos en ácidos grasos monoinsaturados se relacionaría con menor prevalencia de ambas enfermedades.

Y ahí entra en juego el aceite de orujo de oliva, ya que se trata de un aceite rico en ácidos grasos monoinsaturados. El aceite de orujo de oliva se obtiene a partir de lo que queda de las aceitunas tras haber sido prensadas y molidas para fabricar el aceite de oliva tradicional.

Por lo tanto, está enriquecido con componentes de la piel de la fruta y las hojas del árbol, de gran interés debido a su actividad biológica. De todos estos componentes existe evidencia científica sobre sus efectos sobre la salud humana y, en particular, sobre su actividad antioxidante y antiinflamatoria.

En un estudio anterior realizado en los laboratorios del Instituto de la Grasa-CSIC, sugerimos por vez primera que estas partículas que transportan la grasa de la dieta por la sangre podrían estar relacionadas con el estado inflamatorio que se observa en personas con alzhéimer.

Por tanto, podríamos aprovecharlas a modo de Caballo de Troya para suministrar al cerebro compuestos con actividad antiinflamatoria. Además, observamos que los compuestos bioactivos del aceite de orujo de oliva eran capaces de atenuar dicha activación, sobre todo cuando actuaban en conjunto.

Los resultados nos animan a seguir avanzando en esta vía inédita de investigación. El siguiente paso en este estudio es claro. Es necesario demostrar que este fenómeno ocurre en humanos tras la ingesta de aceite de orujo de oliva, probando si ayuda a conservar la capacidad protectora frente a la activación de la microglía y la respuesta inflamatoria. El estudio ya ha dado comienzo y se están realizando pruebas con personas sanas tras el consumo de este aceite.

El objetivo último será comprobar que efectivamente se están transportando dichos componentes bioactivos. Posteriormente, se observará si se mantiene ese efecto antiinflamatorio.

De ser así, las evidencias obtenidas sentarían las bases para el desarrollo de nuevas aplicaciones del aceite de orujo en la salud y que podrían emplearse para la prevención y tratamiento de la enfermedad de alzhéimer.

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