El resto del tintero

Baronesa Díaz

  • Rubalcaba se hace susanista; Pere Navarro se reúne con ella durante más de una hora; habla con Felipe González sobre Cataluña: un mes ha bastado para encumbrarla dentro del PSOE

SUSANISTA, susanista, lo que se dice susanista, hace dos años sólo lo era Verónica Pérez, parlamentaria socialista por Sevilla y amiga de la hoy presidenta de la Junta, Susana Díaz. Hoy -cuenta un veterano socialista andaluz- hasta Alfredo Pérez Rubalcaba se ha vuelto susanista. Frente a sus posibles rivales, todos ellos mucho más jóvenes que él, caso de Carme Chacón o de Eduardo Madina, Susana Díaz le conviene: si alguna vez aspira a ser la secretaria general del PSOE, y ya hay quien lo cree en su partido, será después de pasadas una o dos legislaturas al frente de la Junta, con lo cual nunca será una competidora de Rubalcaba: sus tiempos son distintos. Como mucho, el ex ministro de Interior sólo será candidato una vez más, dentro de tres años, y si gana las primarias.

Pero no sólo es conveniencia. Su puesta en escena el pasado jueves en el Hotel Ritz de Madrid demostró que en un mes, el que ha transcurrido desde que juró su cargo, Susana Díaz ha sabido llenar el rango de baronesa territorial del PSOE, inherente al puesto de líder de la Junta de Andalucía, sí, pero no automático y menos si se trata de una persona que fue elegida por el Parlamento, no por las urnas. Si hace sólo cuatro semanas sólo se le concedía, en el mejor de los casos, el beneficio de la duda, ahora es una suerte de Pepito Grillo dentro del PSOE federal que se siente con fuerzas para criticar a Zapatero por su gestión durante el trámite del Estatuto de Cataluña o de afear lo de los brotes verdes en presencia de la ex ministra de Economía, Elena Salgado. Realmente, casi todos en el PSOE piensan lo mismo, pero Susana Díaz ha sido la primera en verbalizarlo, lo que demuestra también un liderazgo: no es una intelectual de izquierdas, no es una doctora en Derecho, ni siquiera su larga carrera en el PSOE ha sido, hasta ahora, brillante, pero, como otras políticas, caso de Esperanza Aguirre, Arantxa Quiroga o Rosa Díez, tiene la virtud de decir lo que mucha gente opina, en el momento adecuado y en el foro preciso.

Su conferencia en el Ritz no fue ni mucho menos una revelación, fue una ampliación de su discurso de investidura, pero colocó el mensaje que todos esperaban. Después del desayuno madrileño, Díaz se reunió durante más de una hora con el secretario general de los socialistas catalanes, Pere Navarro, en la sede de la Junta en Madrid: aclararon sus posturas, marcaron las diferencias y consensuaron unos mínimos.

La virtud con la que Díaz solventa sus carencias es la característica sustancial de las esponjas: sabe absorber muy rápido los conocimientos y la experiencia. Si a ello se le suma que desde este verano está tendiendo puentes con la vieja guardia del PSOE, y ya se ha reunido con Manuel Chaves e, incluso, con Luis Pizarro, casi un proscrito, se comprenderá cuánto jugo le ha sacado a sus conversaciones con Felipe González, el ex presidente obsesionado, como hombre de Estado, con el problema catalán. Y ya se sabe: para deslumbrar hoy en España, hay que pronunciarse sobre Cataluña con originalidad.

Durante estas primeras cuatro semanas de mandato, Díaz no ha parado. Todos los días ha viajado fuera de Sevilla, a excepción de los martes, cuando se celebra el Consejo de Gobierno, aunque en estas ocasiones se ha reunido con bastantes personas en el Palacio de San Telmo. Ha visitado a tres alcaldes del PP, y ha sometido a su equipo a jornadas maratonianas, de ésas, como la del pasado viernes, que comienzan en Sevilla, pasan por Jaén y finalizan en Granada. De momento, su gestión ha sido correcta, no brillante y, en exceso, adornada de un enfrentamiento con el Gobierno de Madrid que, a veces, ha resultado impostado. Otro veterano socialista, que ha ocupado puestos importantes en el Gobierno de la Nación, explicó a este medio: "Le hace falta un poco de valentía, es verdad que lleva poco tiempo, pero tiene que terminar de romper con alguna iniciativa".

El único incidente de estas cuatro semanas sucedió el jueves que no acudió al Parlamento cuando se votaba al ex presidente José Antonio Griñán como senador. Las explicaciones oficiosas resultan poco creíbles. Quizás por ello no se hacen oficiales. Susana Díaz visitaba aquella tarde al Rey en la Zarzuela, por lo que tenía tiempo de sobra para votar a las 12 del mediodía. Antes de este pleno, Griñán se despidió de sus parlamentarios y se congratuló de que en la Cámara andaluza le sustituyese Amalia Rodríguez, pero algo pasó: el ex presidente decidió no dejar su acta de parlamentario y pasó a ocupar un escaño secundario en la sala de las Cinco Llagas. Varias personas relacionan este hecho, el que Griñán no se haya ido a Madrid, con un supuesto enfado por la falta de Susana Díaz ese día, que muchos achacaron a la voluntad de la presidenta de alejarse de un ex presidente relacionado con los ERE. Difícil de creer esto último, aunque lo cierto es que la permanencia de Griñán en el Parlamento andaluz sine díe ha sido una de esas decisiones desconcertantes del ex presidente: no porque deba retirarse, sino porque días antes había dicho lo contrario. Y algunos han visto en ello las primeras disonancias de eso que se llama bicefalia: Griñán sigue siendo el secretario general del PSOE andaluz, y aún se desconoce cuándo se celebrará el congreso del relevo.

Fuentes del PSOE, de distintos ámbitos, creen que el cónclave se convocará justo después de la Conferencia Política de noviembre, y que se celebrará o a finales de diciembre o primeros de enero. Antes, Susana Díaz deberá encontrar un puesto al vicesecretario general, Mario Jiménez, en la Ejecutiva federal. ¿Dónde? En Ferraz también se lo preguntan. Jiménez no tiene prisas por el congreso, pero ha asumido que ésa es una decisión que sólo compete a Griñán y a la propia Susana Díaz. No desea intervenir, y Griñán, humano al fin y al cabo, tampoco quiere dejar el cargo a empujones. Al fin y al cabo, fue él quien propició la llegada de Susana Díaz a la Presidencia. Pues eso: después de Verónica Pérez, susanista, susanista, José Antonio Griñán. Ahora son todos.

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