28-F: Turismo

Cambio de época

  • El modelo intensivo ha sido corrosivo con el medio natural y es insostenible para el sector. Andalucía debería estabilizar su actividad en lugar de la obsesión por el crecimiento

El pasado año se cerró finalmente con tres millones menos de turistas que en 2008, lo que supuso un descenso superior al 12%, y las perspectivas para 2010 siguen siendo negativas, aunque es probable que haya que revisarlas al alza en breve. En cualquier caso, 2009 se confirma como el peor año de la historia turística de Andalucía y 2010 será el de cierre de toda una época que ha cabalgado sobre dos crisis, pero que también ha sido capaz de realizar transformaciones radicales. Una época cuyo origen se puede situar en 1993, tras la Expo y la gran revolución de las infraestructuras de las comunicaciones, pero también en plena crisis económica. Hubo un intenso proceso de renovación iniciado en los años previos, particularmente evidente en el caso de la planta hotelera, gracias a las exigencias de la Expo. Pero también algunos segmentos de actividad, que hasta entonces no habían hecho más que mostrarse como una esperanzadora opción de futuro, como el turismo de naturaleza, el de golf o el de circuitos, terminaron por consolidarse plenamente.

También se extendió por todas partes el convencimiento de que el turismo se había convertido en una interesante alternativa para la diversificación de la base productiva en algunas comarcas deprimidas. Pero, por encima de todo, el sector turístico andaluz que surge de la crisis del 93 se presenta con tres nuevos rasgos de personalidad bien definidos: como una actividad globalizada, es decir, encajada en las nuevas tecnologías y a la cabeza del comercio electrónico; como una actividad sostenible, en buena medida como consecuencia de las exigencias de nuestros mercados europeos, y en simbiosis con la construcción, con el turismo residencial como uno de los rasgos más característicos de la zona. Tres rasgos que adecuadamente manipulados dieron como resultado un cóctel corrosivo para  el medio natural, especialmente en los espacios próximos a la costa, e insostenible para el sector.

La crisis de 2009 también viene anunciando cambios importantes. Anticiparse a ellos y encontrar la mejor forma de adaptar las estrategias empresariales, es uno de los motivos que impulsan a la multitud de foros y reuniones técnicas programadas durante nuestro semestre de presidencia europea. Los avances de conclusiones ya apuntan a la conveniencia de enfatizar en el tratamiento de la situación como de crisis global y en la sostenibilidad como ingrediente imprescindible en las fórmulas que se contemplen. Globalización y sostenibilidad siguen siendo, por tanto, piezas claves en la definición de futuras estrategias turísticas, aunque en ambos casos en términos bien diferentes a los de hace dos décadas.

En el caso de la crisis global, la acepción del término sigue implicando universalidad del problema y, lo que es más novedoso, extensión de sus consecuencias por el conjunto del tejido económico y social. También implica permanente adaptación a los cambios tecnológicos, pero sobre todo que algunos mercados que hasta ahora han sido tratados como emergentes, alcanzarán la condición de consolidados en el futuro inmediato. China es el acontecimiento turístico más importante que se espera para los próximos años y el testimonio más esclarecedor de las tendencias que marcarán la evolución del sector. La valoración podría extenderse al conjunto del sur y este de continente asiático, aunque la trascendencia del fenómeno no se debe tanto a su dimensión cuantitativa como a la cualitativa.

La parte del mercado que se espera más dinámica se presenta con un perfil de demanda diferente del que caracteriza a nuestro turismo tradicional, básicamente porque serán turistas que no procedan del frío. Andalucía sigue disfrutando de una posición privilegiada en sus mercados tradicionales gracias a que su producto turístico se adapta plenamente a las preferencias de nuestros visitantes, que básicamente se trata de un turista vacacional español, con la correspondiente carga familiar que tanto condiciona la elección del destino, y de extranjeros del centro y norte de Europa. Son los mercados más apetecibles y estables del panorama turístico internacional, pero también de los que menos van a crecer en los próximos años, así que quizás ahora más que nunca se justifica la oportunidad de una estrategia de política turística para Andalucía orientada hacia la estabilización de la actividad, en lugar de la obsesión por el crecimiento que lleva a valoraciones como la realizada para comenzar este artículo. Consolidar la posición de privilegio que mantenemos en nuestros mercados tradicionales significa un trabajo permanente de adaptación del producto turístico andaluz a las cambiantes características de un turista exigente y de elevado poder adquisitivo, de mayor edad media, más preocupado por la seguridad y que tiene en la actualidad mayores alternativas de elección de destinos con características similares.

Pero la preferencia por la estabilidad de la actividad no significa tener que renunciar a una presencia destacada en las nuevas manifestaciones del turismo, aunque para ello sería necesaria una progresiva adaptación de los protocolos de comercialización y del propio producto. En concreto, se trataría de corregir el excesivo sesgo actual hacia el segmento de sol y playa, donde por otra parte las oportunidades de crecimiento son más limitadas, con un mayor énfasis en el aprovechamiento de las extraordinarias posibilidades que ofrece el patrimonio cultural y monumental.

La otra pieza fundamental de la estrategia es la sostenibilidad. Tampoco es nueva, pero su interesada manipulación durante la década de la burbuja inmobiliaria, terminó por vaciarla de contenido, hasta llegar a ser instrumentalizada por iniciativas que, como la regulación de los campos de golf, ahora podemos observar como representativas de un modelo perverso de desarrollo desde el punto de vista medioambiental. Andalucía tiene sobradas razones para apostar por un modelo turístico comprometido con la sostenibilidad, pero debe delimitar con toda claridad, y desde el principio, el terreno de juego de promotores inmobiliarios y turísticos con el fin de evitar que la promiscuidad de estos años vuelva a reproducirse cuando termine la crisis.

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