Crispación

Sánchez acusa a la oposición de crispar mientras la alienta él para torpedear el perfil moderado que Núñez Feijóo

Pedro Sánchez, en su escaño en el Congreso de los Diputados.

Pedro Sánchez, en su escaño en el Congreso de los Diputados. / Alejandro Martínez Vélez · Europa Press

LAS imágenes de las sesiones plenarias vividas en Madrid y Sevilla en el Senado, el Congreso y el Parlamento de Andalucía durante esta semana no dejan lugar a la duda de que la crispación política escala sin descanso conforme se acerca el apretado calendario electoral español de 2023, que incluirá votaciones municipales y en las autonomías del artículo 143 de la Constitución el 28 de mayo y a Cortes Generales en fecha por determinar por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Si agota la legislatura faltará un año, aproximadamente.

Todos los grupos son responsables de que las sesiones parlamentarias se salgan del decoro exigible y transiten más allá de la línea que marca la buena educación. No hace falta gritar para enfatizar un mensaje. Ni mucho menos insultar.

No comparto el mantra interesado que difunde el Gobierno central, y amplifican muchos medios que le son afines, de que esa crispación sólo tiene de responsables a los grupos de la oposición. El propio Ejecutivo es el primer responsable. Y lo es por motivos de fondo y de forma. Primero, porque como responsable de gobernar debería cuidar al máximo esa faceta. Pero Sánchez se ve en desventaja en los sondeos electorales y ha trazado la estrategia de crispar al PP para torpedear el perfil moderado que su líder, Alberto Núñez Feijóo, quiere explotar. Es el mismo que le permitió concatenar mayorías absolutas en Galicia. E idéntico al que Juanma Moreno forjó en su presidencia para lograr el mismo resultado en Andalucía.

Si uno ve la sesión de control en el Senado, verá a un Feijóo contundente contra lo que denominó “Gobierno en llamas”, rodeado por los incendios de la reforma de la sedición–sobre el que ya me posicioné la semana pasada– o la las reducciones de condenas a penados por delitos sexuales por la denominada ley del Sólo sí es sí. No perdió las formas y no profirió insultos. Aunque Sánchez fue justo lo que enfatizó.

La desafortunada gestión de Irene Montero al frente del Ministerio de Igualdad es claramente merecedora de una destitución, sobre todo por soberbia al no reconocer un error palmario. Por eso uno no entiende que un grupo como Vox, que hace también de la crispación un instrumento de su política, haya cometido la torpeza de utilizar el machismo para darle oxígeno. Si me permiten el símil taurino, los ultramontanos han hecho de malos puntilleros.

En Andalucía han sorprendido las formas de Antonio Sanz para replicar cuando la oposición le apretaba respecto a las sospechas de corrupción en el entorno de la alcaldesa de Marbella. No así en el fondo, porque el PSOE puede aplicarse eso de que siempre habla un mudo estando fresca y por ejecutar la condena de los ERE.

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