Andalucía

Griñán rinde tributo a Chaves

  • Gladiador. El presidente se pone la armadura y arremete contra Arenas y Valderas, para zafarse del acoso sobre la corrupción y la demanda de elecciones anticipadas.

GRIÑÁN vino ayer al Parlamento andaluz con la armadura puesta. Y la cachiporra. Están lejos sus primeros debates con los jefes de la oposición, tan románticos, llenos de ganas de agradar a la galería con sus conocimientos y su oratoria cara. Ayer vino con ánimo de sacudir a los adversarios y a fe que lo hizo. Estuvo mucho más duro que dos huesos duros como Valderas y Arenas. Como no estamos ya en la etapa romántica, la armadura no era de caballero de la tabla redonda, sino de gladiador.

A Arenas le acusó de mezquino, malvado y farisaico y a Valderas le preguntó qué cambio quiere, dónde se sitúa y por qué pide elecciones anticipadas. En ambos casos lo hizo de manera ventajista, en su segundo turno, cuando sus interlocutores no podían contestarle. Privilegio del cargo, truco de veterano.

El presidente está corto de fuerza, incluso de apoyo interno, e intenta cerrar cualquier atisbo de duda sobre su liderazgo en las filas socialistas, atacando a los enemigos políticos. Pero al mismo tiempo, por si acaso, reivindicó la figura del presidente Chaves. Y en su tributo sobrepasó a Pizarro y a Cabaña. Recreó las dos frases que ambos le dedicaron al expresidente el sábado en Conil: a saber, que es su presidente y que ha sido el mejor. "La historia de la autonomía andaluza no se podrá escribir jamás sin la aportación de Manuel Chaves, ¡nunca!". Ahí queda eso.

Según el guión que se trajo Griñán escrito de casa, por contraposición al mejor está el peor: el malo de la película, Arenas. El jefe de los populares tampoco viene a estos debates a hacer amigos. Sabe que le tiene abierta una brecha en la ceja a su adversario y mete el puño una y otra vez en la misma llaga. Dijo que no se saldrá de la crisis sin confianza en quien ejerce el poder político y que después de 30 años de socialismo hay un perfecto desgobierno en el que los intrusos, intermediarios y comisionistas campan a sus anchas, empezando por los cachorros del poder.

La sesión comenzó con un cuadro desastroso pintado por Valderas, que esta vez, afortunadamente, no amplió a la guerra de Libia y a la alarma nuclear en Japón. El jefe de IU saludó el 80 aniversario de la II República española y el segundo de la era Griñán, con distinta intención como podrán adivinar. Del bienio griñanista dijo que ha sido lo peor del ciclo socialista, los años más negativos, los peores momentos. Paro, déficit, descrédito, desprestigio. Valderas le dijo al presidente que está gafado, incapacitado, noqueado, sin capacidad de respuesta, sin rumbo, más pendiente de la siguiente crisis y de la justicia que de hacer frente a la Andalucía del millón de parados. Este argumentario le llevaba a la conclusión de que hay que convocar elecciones cuanto antes. En octubre, separadas de las generales.

A IU le convienen unas elecciones separadas, convencida de que aun con una participación general muy baja, sus votantes se mantendrían y su número de escaños aumentaría. No deja de ser un brindis al sol, porque Griñán se dispone a utilizar el manual de Chaves para ganar elecciones regionales con el mínimo riesgo y las convocará con las generales. Sólo que en esta ocasión la victoria está tan cara que parece imposible y a lo máximo que puede aspirar el PSOE es a conservar el gobierno en coalición con IU.

De ahí su irritación por la descalificación que Valderas hace de su gestión: fracaso económico, social, institucional, estatutario, financiero... Por no hablar de la corrupción y la falta de control en la administración de los fondos públicos. Con semejante galanteo, será difícil componer un noviazgo duradero.

Ajeno a ninguna componenda, al menos de momento, Valderas insiste en que hay que pasar por las urnas y Griñán le contesta que para qué, si las puede ganar el PSOE o el PP, pero IU las perderá. Es una manera de hablar, porque seguro que el presidente se percata que una convocatoria en octubre separada de las generales le daría un gran resultado a la única minoría superviviente en el Parlamento regional, e incluso sería capaz de resucitar al alguna otra. Por eso serán conjuntas, para perjuicio de Andalucía.

Arenas, muy hábil, agradeció en su arranque el gesto de Griñán de reconocer que el PP puede ganar las elecciones. Eso y que un paisano de Olvera haya entrado en el Gobierno fueron sus dos únicas cortesías. Todo lo demás fue una letanía de desastres: paro, recesión, subida del agua, ni una sola reforma, desgobierno, los eres.

Cómodo en su moderno concierto de las trompetas de Jericó, tuvo algún desliz. Por ejemplo, reprochó a Griñán que en tres años ha habido dos presidentes, seis gobiernos, cinco consejeros de Obras Públicas y Vivienda, tres titulares de Economía y tres de Justicia. A lo que Griñán contestó que Arenas formó parte de un Gobierno con mayoría absoluta que en cuatro años tuvo dos vicepresidentes primero, dos vicepresidentes segundo, cuatro ministros de Presidencia (Arenas entre ellos), tres ministros portavoces y tres de Interior.

El intercambio de golpes fue intenso. Arenas lamentó los 15 años sin una sola comisión de investigación en el Parlamento sobre las arbitrariedades cometidas y Griñán le acusó de jugar sucio en sus infamias contra Chaves, sus injurias sobre la financiación ilegal del PSOE, su doble vara de medir la ética y la moral.

La dureza final de Griñán, inusual en el personaje, sorprendió a propios y extraños. Incluso a él se le notó en algún momento en el timbre de voz. Extrañaría la armadura o la cachiporra.

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