Juanma, así se las ponían a Fernando VII... ¡CMI!

Juan Moreno celebra con los militantes la victoria de su partido en las elecciones andaluzas.

Juan Moreno celebra con los militantes la victoria de su partido en las elecciones andaluzas. / Antonio Pizarro

De momento, a la espera del BMI, lo de las elecciones andaluzas ha sido CMI: Carambola Máxima Ideal. Una campaña en la que todo fue bien para Juanma Moreno, sin errores y contratiempos, lo cual también requiere algo de suerte, en tanto los rivales hacían casi todo mal, o demasiadas cosas mal. La mayoría absoluta es mérito propio, pero debe también mucho a esa incompetencia de la competencia. Y ahí siguen. El propio Pedro Sánchez ha reaccionado mal, tapando las invectivas de la sesión de control con una rebaja fiscal –la misma rebaja que despreciaban días antes– y de inmediato se fue a buscar su estabilidad a Cataluña, su-es-ta-bi-li-dad, desentendiéndose de que una parte de la desconexión del voto socialista tradicional, que es centrista, se debe al Gobierno Frankenstein. La toma de Indra, del INE contra los criterios de Europa, del CSIC...  y la forma de cambiar su propio cambio legal para nombrar a los jueces que sí le convienen muestran que Sánchez huye hacia delante atrincherándose. Incluso el necesario Plan Anticrisis se ha forzado, en un pulso con Yolanda Díaz, como asidero en la tormenta.

No se trata de incurrir ahora, después de las urnas, en el oportunismo de señalar esto. Durante semanas, y especialmente en la campaña, hemos insistido en que PSOE y VOX se equivocaban y además fomentando el voto al PP. Hasta el final no se vio hasta qué punto, pero era obvio. El PSOE creyó que Vox le era útil y Vox se ha estrangulado con sus amenazas de bloqueo a Juanma Moreno si no se atenía a sus condiciones. El carril central quedó despejado como nunca. Las tripas de Gad3 delatan que el PP se llevó a 8 de cada 10 votantes declarados de centroderecha, 6 de cada 10 de centro y de derecha, y hasta 1 de cada 4 de centro izquierda. Eso, y la abstención considerable de quienes podían votar a otros, determinó que Juanma Moreno efectivamente ha disfrutado de la pista central por sus aciertos y por los errores de los demás. Del PSOE sólo escogieron su papeleta un 6% de los votantes de centro.

Tras el número de escaños –58, 30, 14..– hay lecciones en la radiografía del voto. La abstención fue de dos a tres veces mayor en la izquierda, como se puede rastrear por barrios, optando por un ‘laissez faire’ al Gobierno de Juanma Moreno. El PP sale beneficiado por activa o por pasiva en esa Carambola Máxima Ideal (CMI). Moreno se ha mostrado muy consciente de tener apoyos prestados, y hace bien. Ya se verá cuánto era desencanto andaluz después de cuatro décadas, cuánto hartazgo del sanchismo frankensteiniano y cuánto afectará cuando en la política nacional haya un relevo, si lo hay. Por demás, un cambio sociológico se ha materializado. Ya se ha destacado que la mitad de los votantes actuales no vivieron el 28F, y menos el 4D. A los andaluces de este momento les importa menos evocar un pasado simbólico y más  pensar en un futuro mejor.

Que autocritiquen ellos

Cuando el discurso del ganador que acaba de arrasar en las urnas transmite  más humildad que sus rivales derrotados, algo está seriamente averiado entre los perdedores.

Después de unas elecciones, las cosas podrían ser relativamente sencillas: se felicita elegantemente al ganador, se reconocen errores y problemas para poner en valor tu mensaje, se declara que se trabaja desde ya para recuperar la confianza, se pone uno al servicio del interés general anunciando una oposición firme pero constructiva... El empeño en buscar coartadas es inútil. Si tú no te haces la autocrítica, te la harán. Y los ciudadanos acabarán por ser más severos. En definitiva, la Carambola Máxima Ideal (CMI) aún se ha reforzado con errores de mensaje evidenciando que no se digiere el resultado.

¿Juanma Moreno exprime el discurso humilde de manera impostada? Es posible que en parte sea perfilado y  no 100% naturalidad, pero, de hecho, todo candidato debe estar bien perfilado, cosa en la que han fallado gravemente Juan Espadas, que dejó que Madrid lo desfigurase, y también Inma Nieto o la propia Macarena Olona con su andalucidad impostada.

Lo cierto es que Moreno ha lanzado a los suyos el mensaje correcto: humildad, diálogo, prevenirse contra los halagos, gobernar como si no tuvieran absoluta, grabarse que los votos no son suyos sino prestados por los ciudadanos. Claro que es más fácil acertar con viento de cola, sin duda, pero también es fácil desbarrar con tanto viento de cola. Lo de La Maestranza esta semana, no saliendo sino entrando por la Puerta del Príncipe, a muchos les podría hacer perder el norte. En cambio, el PSOE lleva toda la semana entre excusas y mensajes fallidos, desde la misma noche electoral en que Lastra incluso logró atribuir el éxito del PP a Sánchez: "Es evidente que Moreno Bonilla ha llegado a las elecciones tras superar la crisis del Covid con los ingentes recursos aportados por el Gobierno de España".

El problema de desconexión con la realidad del PSOE, principal partido de la oposición, se ha visto tras el 19J como ante del 19J. Juan Espadas habló de falta de tiempo por el adelanto. En realidad, el adelanto técnico llevaba mucho tiempo en agenda; y Moreno, como le ha recordado, pudo anticipar en el periodo de transición en el PSOE a puerta vacía. También ha hablado de propaganda, de relato, de falta de comprensión de los ciudadanos... el catálogo del mal perdedor, todo eso que se denomina “culpar al empedrado”. En el PSOE, y están a tiempo, necesitan reaccionar. Sorprende que, como en Vox, no vieran el error de caricaturizar a un presidente aceptado y apreciado en este momento por la ciudadanía; y ahí queda la boba gracieta de Bolaños de llamarlo insistentemente Olona Bonilla, con gran entusiasmo de sus capitostes locales. O Adriana Lastra bajando a Andalucía a hablar de la corrupción del PP. ¿De verdad nadie le dijo que era una malísima idea? Seguramente no, porque repitió el argumento. En Benalmádena (Málaga): "Somos el PSOE. Lo que no vamos a ser nunca es el partido de los mangantes que trincaban a manos llenas...”. Y en Jerez: "la derechita cobarde que oculta sus siglas" y que "está en lo que ha estado toda la vida: en trincar a manos llenas cada vez que puede”. Brillante.

Diálogo y lealtad

Lo que suceda en el futuro deberá mucho a que los mensajes de Juanma Moreno vayan de las musas al teatro. El diálogo, sin aislarse en la mayoría, será determinante.

Esta misma semana el PSOE presumía de diálogo. Eso sí, con Cataluña. Era Bolaños quien predicaba la virtud de dialogar, por cierto obviando que el diálogo, como sostiene Fernando Savater, no es una virtud en sí mismo: dialogar para tolerar que se incumpla la ley en Cataluña es cualquier cosa menos algo virtuoso.

En todo caso, el diálogo no es una virtud con la Generalitat, sino con todas las comunidades. Será interesante comprobar cuándo recibirá el presidente del Gobierno a Juanma Moreno. La vez anterior tardó 881 días. A pesar de  que el presidente andaluz lo había pedido, por carta, mar y aire. Ese doble rasero entre Cataluña y Andalucía –dos semanas para Pere Aragonés, más de dos años para Juanma Moreno–  sin duda es de esas cosas que deberían reconsiderar.

La agenda del presidente 

De momento Moreno, al margen de Sánchez y el grado de deslealtad o no que aguarde en la relación con Moncloa, quiere una agenda rápida: con el debate de investidura resuelto una semana después de constituirse el Parlamento para el 14 de julio; y en menos de una semana primer Consejo de Gobierno, que no será igual. Se ha filtrado, aunque era innecesario, que habrá más carteras. ¿Quién puede pensar que es una buena idea una consejería que incluya Turismo, Justicia, Regeneración Democrática y Administración Local, como tenía Juan Marín, por añadidura vicepresidente? Tiene sentido aumentar dos consejerías, hasta tres. Sería conveniente que se haga rentabilizando recursos y controlando el gasto, un mensaje necesario para empezar. La ciudadanía, con la inflación al cuello, lo último que quiere es ver salvas con pólvora del Rey.

El idilio de una mayoría absoluta suele durar, pero es incierto. Los rivales no van a seguir haciendo las cosas mal –en Vox ya hay reacción, y Teresa Rodríguez está en forma– y en la recesión del próximo invierno, Andalucía sufrirá sus debilidades estructurales. Esa es ya, acabada la competición electoral, la batalla en que se medirá el Gobierno andaluz, y sin Elías Bendodo en la barricada política.

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