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Terror en Algeciras

El odio y la obsesión religiosa debe quedar aislado y no contagiar a una sociedad que siempre vivió en armonía

Terror en AlgecirasDos musulmanas dejan flores en el lugar donde mataron al sacristan de La Palma.

Terror en AlgecirasDos musulmanas dejan flores en el lugar donde mataron al sacristan de La Palma. / Ángel Carrasco Ragel · Efe

DURANTE un cuatrimestre de los casi once años que mi trabajo estaba en Algeciras, viví a unas decenas de metros de la capilla de San Isidro.  

A diario hacía el camino empinado que lleva desde la coqueta plaza del barrio más pinturero de la ciudad hasta el entorno de la plaza Alta, donde desde hace decenios ha estado siempre la sede del periódico Europa Sur

Nunca imaginé que aquellos cortos paseos de la casa a la redacción coincidirían años después con el trayecto de terror que protagonizó en las primeras horas de la noche del pasado miércoles un magrebí que hirió de gravedad al párroco de la iglesia en la que mora el Señor de Algeciras y asesinó al sacristán de la iglesia de Nuestra Señora de la Palma.  

Me estremece sólo pensar en la violencia con la que se comportó el yihadista y el pánico que creó en el centro neurálgico algecireño. No sólo porque los hechos son criminales e injustificados en cualquier lógica humana y para cualquier confesión religiosa, sino porque la ciudad ha sido y es ejemplo de convivencia entre comunidades de distinto credo, raza o nacionalidad. 

Por eso, el atentado fanático supone un desafío que va mucho más allá de la conmoción, el luto y el dolor que generaron los machetazos de Yassine Kanjaa, que así se llama el detenido por supuestos actos de terrorismo que ya investiga la Audiencia Nacional. 

El odio y la obsesión religiosa que movió a esta persona debe quedar aislado. Señalado como un caso tan desgraciado como singular. No puede contagiarse a una sociedad que siempre vivió en armonía. 

La respuesta que den los responsables públicos es vital para evitarlo. La reacción del alcalde José Ignacio Landaluce y del presidente de la Junta, Juanma Moreno, que estaba en Algeciras cuando se produjo el ataque –serena y alejada de la utilización política– dista mucho de la que tuvo Vox, que acudió a la misma plaza donde se derramó sangre a demonizar la inmigración irregular. Ni que el detenido tuviese una orden de expulsión dictada meses antes –hecho que merece una reflexión, desde luego– justifica la postura de este partido, que fue el más votado en la ciudad en las últimas legislativas, en 2019. No vale todo para sumar votos. 

Eso no obsta para que el Estado asuma que tiene responsabilidades pendientes que cumplir ante problemas recurrentes en una zona industrial y fronteriza. Mientras trabajé en Algeciras me esforcé mucho por enfatizar la imagen positiva que también tiene la ciudad y el Campo de Gibraltar, tantas veces opacada por un vertido, un alijo o un atentado. Es momento de redoblar la atención y la seguridad para minimizar las desventajas que soporta la comarca. 

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