Coronavirus Andalucía

Desescalada a los infiernos

  • La hostelería teme el efecto de la quinta ola

  • Moreno anunció en mayo una "transición a la normalidad" ahora truncada

  • Los expertos responsabilizan al ocio nocturno

El presidente de la Junta, Juanma Moreno, en una planta de residuos en Chiclana (Cádiz).

El presidente de la Junta, Juanma Moreno, en una planta de residuos en Chiclana (Cádiz). / Lourdes de Vicente

El primer aviso llegó hace un mes. El semáforo propuesto por el Consejo de la Unión Europea dirigido a la reapertura turística del continente dejaba en mal lugar a Andalucía por la situación de los contagios. Un chasco justo al inicio del verano. Lo peor es que el estigma de ese color rojo de alto riesgo ha permanecido hasta hoy en el extremo sur del mapa europeo. La magnitud de la quinta ola amenaza con condenar el verano. Otra vez. Alemania, además, ha sido el último país en situar a España como zona de alto riesgo. La advertencia es del Gobierno para sus ciudadanos, léanse en España los turistas. La hostelería se huele lo peor y prevé cerrar el mes de julio con una recaída de la actividad. Otra más. La historia suena a antiguo.

El 26 de junio, en día del estreno de la guía europea para la reapertura turística, el llamado Re-Open, los andaluces debían haber sumado ya cinco días de "normalización". Así quedó plasmado en el decreto del Presidente del 7 de mayo por el que se estableció la desescalada andaluza. El texto jurídico mencionaba un "proceso de transición a la normalidad tras el fin del estado de alarma" que se dividía en tres fases, acompañadas de sus respectivos levantamientos de restricciones. Sin embargo, los andaluces no traspasaron ninguna de las tres fases. La desescalada quedó congelada en su primer estadio hasta esta semana, que ha retrocedido, que ha escalado. Una desescalada cangrejera. La norma del coronavirus es inexorable como la ley de la gravedad. La desescalada, acelerada a juicio de los epidemiólogos, ha dado paso a más restricciones, otra vuelta atrás, un descenso a los infiernos en una comunidad autónoma tan dependiente de la hostelería y del turismo.

Joan Carles March, profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública, es uno de esos expertos críticos con la veloz desescalada acometida en Andalucía, aunque, para empezar, también lamenta la prematura retirada del estado de alarma por parte del Gobierno central. Claro que, frente a tal circunstancia, la Junta podría haber adoptado políticas menos atrevidas. "Desde la finalización del estado de alarma, Andalucía decidió tomar unas medidas desde mi punto de vista demasiado aperturistas, abriendo las discotecas". Andalucía fue la primera en hacerlo. Había que satisfacer a los grupos de presión del ocio nocturno. Los jóvenes de entre 16 y 30 años, recién concluidas las clases, se echaron a la calle como quien se tira a una piscina. En ellos comenzó la quinta ola, que ha ido extendiéndose al resto de franjas de edades, principalmente entre los no vacunados –incluidos aquellos que sólo tenían una dosis–.

Un mes y medio después de aquella temeraria normativa, cuando Europa se preparaba para lanzarse de vacaciones, Andalucía tenía una incidencia de 180 casos por 100.000 habitantes, 80 puntos más que el conjunto de España. Ahora, la tasa de contagios en Andalucía es de 500. El descontrol es evidente. Francia ha puesto a España de modelo de cómo no hacer una desescalada. Esa historia también suena a antiguo.

Pedro Gullón, epidemiólogo de la Universidad de Alcalá, también lo tiene claro. El principal factor que ha disparado la propagación del virus hasta la quinta ola ha sido la noche: "La apertura del ocio nocturno tiene un efecto multiplicador de los casos. Se fomentó que la gente fuese a las discotecas. Creo que desescalada nocturna debería haberse prolongado más tiempo". La Junta fue una pionera en ese ámbito. Por ese motivo se ganó el tirón de orejas de la ministra de Sanidad. Las primeras medidas que han tomado las autoridades sanitarias de las comunidades autónomas para frenar esta ola ha consistido en una marcha atrás en la noche: bares, pubs, discotecas e incluso toques de queda.

Andalucía ha sido algo más tibia en esta desescalada interruptus que están llevando a cabo las autonomías. Los dirigentes andaluces, dizque preocupados por este nuevo estirón del virus, han apuntado al progresivo predominio de la variante delta, al aumento de la movilidad y los viajes y a las celebraciones de bodas y comuniones. Y en ningún factor les falta razón. Claro que, sabiendo la realidad, podrían haberse aplicado "las medidas adecuadas para minimizar los contagios", subraya March. Y las tomadas por la Junta no han demostrado ser el prontuario modélico de una desescalada.

Mientras, el sector turístico y hostelero temen un agosto menos boyante de lo previsto y le ponen velas a las vacunas.

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