Andalucía

Una dama de la escena

  • Cazó al vuelo la oportunidad de engancharse al plan inversor de la UE

Cuando irrumpió en la política nacional, vía ERE, sus intervenciones se contaban por llenos hasta la bandera y la expectación se palpaba. Lógico: el presidente de Andalucía era por vez primera presidenta. Mujer, de familia humilde y rondando los cuarenta. Ruptura de la tradición en la clase reinante andaluza. Ahora, año y cuarto después, sigue despertando pasiones en cada apasionada intervención en los foros. Ya no puede ser sólo novelería. También es interés, curiosidad y morbo. El ejercicio del poder también le ayuda, no nos engañemos (ni se engañe ella).

El hotel puso el cartel de no hay billetes, y poco faltó para que algunos invitados tuvieran que acomodarse en la cocina. Pleno de consejeros para escuchar a la jefa y para adelantar en voz baja sus respuestas a las preguntas de la concurrencia. Faltaron la consejera de Medio Ambiente, con cita oficial en Madrid, y los dos consejeros de a pie de Izquierda Unida. Por el contrario, el vicepresidente Valderas sí compartió mesa con Susana y oyó impertérrito cómo la presidenta confirmaba que la pretendida banca pública no será banca, sino instituto de crédito para ayudar a las pymes.

Tampoco faltaron los dirigentes del PSOE, así regionales como provinciales. Pocos se dieron por aludidos cuando la lideresa ensalzó la comunicación cara a cara y relativizó el valor comunicativo de redes sociales, whatsapps y otros simplificadores tecnológicos. Continuaron todo el rato dándole al móvil y desatendiendo a quien les había llevado hasta allí. Como si hubieran ido para dejarse ver y que no les pusieran falta. Estuvieron asimismo el presidente del Parlamento, el Defensor del Pueblo y los jerarcas de los órganos que conforman el resto del entramado institucional de la Junta: Cámara de Cuentas, Consejo Consultivo, Consejo Audiovisual.

Susana Díaz ha aprendido tantas tablas en el tiempo transcurrido desde su aparición en la escena pública que parece una dama del teatro. Encuentra la palabra justa para atraer la atención y la respuesta adecuada para sortear las contradicciones de su discurso y conducir al auditorio al terreno en que se encuentra más cómoda. Empezó diciendo: "Las cosas están mal" y, hacia la mitad de su parlamento inicial, completó el dibujo pretendidamente autocrítico con un mensaje de apariencia neutra: "Los políticos estamos fallando a la gente". Luego resultó que los que están fallando son los otros, particularmente Mariano Rajoy, gran promotor de la piromanía. Echa gasolina al fuego del descontento social por los recortes, la desigualdad y la corrupción. Y además lleva en su ADN la necesidad de liquidar el Estado de bienestar, una muestra del pensamiento pueril que convierte a un partido en pozo sin fondo de maldades y perversiones y a otro en dechado impoluto de virtudes y bienhacer. Un pensamiento para mítines, si es que los dos conceptos son compatibles.

Consecuente con ello, ha cazado al vuelo la oportunidad que le brinda la Unión Europea con su plan de inversiones y ya ha pedido cita a Rajoy, y prepara la petición a Bruselas, para que ambas instancias miren hacia el Sur en esta hora en que se matiza la política de austeridad con un programa inversor más ambicioso que realista. Sin cortarse un pelo: les llevará un "primer paquete de proyectos" por importe de 13.000 millones. Quiere eso decir que tiene más proyectos. Más paquetes, más demandas, más euros.

A todo esto, Susana ha perfeccionado su oratoria. Lo que dice lo dice con el énfasis colocado en el mejor sitio para solemnizar las ideas que quiere transmitir, con el timbre de voz emocionado en los pasajes que requieren emoción y la firmeza de las frases cortas y rotundas que buscan la adhesión de los convencidos antes que el debate con todos. Lo dicho, una dama del teatro.

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