Fueron tres las puñaladas que recibió Dolores Amaya, la joven conileña de 25 años que falleció el pasado 14 de febrero, cuando se disponía a cerrar la colchonería en la que trabajaba en Chiclana: dos de ellas a la altura de las costillas, que le afectaron a órganos vitales como el corazón y un pulmón. Y la tercera puñalada, en el antebrazo izquierdo, que la joven pudo levantar en último extremo en un intento vano de protegerse. Así lo desveló ayer José Luis Ortiz Miranda, el abogado de la familia de Dolores, que se han personado como acusación particular en el procedimiento abierto contra Juan Manuel Jiménez Sánchez, conocido delincuente habitual de Chiclana que, en la tarde noche del sábado, confesaba ante la Guardia Civil ser el autor del apuñalamiento. Una confesión que se produjo sin embargo después de encontrar en su domicilio una camiseta y un pantalón, la ropa que vestía presuntamente en el atraco, manchados de sangre.

Fue entonces cuando también desveló dónde había arrojado el arma utilizada, un cuchillo de cocina de gran tamaño, con una hoja de 25 centímetros, al río Iro, arma que buzos de la Benemérita recuperaron en la mañana del domingo en la Alameda, entre el fango del fondo del río.

Tal fue la fuerza empleada presuntamente por Juan Manuel Jiménez a la hora de apuñalar a la joven que una de las incisiones medía cuarenta centímetros. "Estas puñaladas no son accidentales. Hay ensañamiento y es un asesinato", enfatizaba ayer el abogado de la familia, y eso fue lo que reclamó ayer ante el juez.

Tras más de dos horas de declaración en los Juzgados de Chiclana, en las que este delincuente habitual admitió ser el autor tanto del robo cometido esa la tarde en otra tienda como del asalto a la colchonería, el juez dictó prisión incondicional y a las 15.40 horas , llegaba a Puerto 2, donde quedó recluido en el Módulo de Ingreso.