El resto del tintero

Las elecciones del voto más útil

  • El PP y Susana Díaz se enfrentan a una de las campañas electorales más abiertas debido a la aparición de un cuarto actor que introduce incertidumbre frente a la estabilidad de los grandes

HAY dos certezas que se deben adelantar sobre el período electoral que comienza dentro de dos semanas en Andalucía, y que concluirá la noche del 22 de marzo, otro Domingo de Pasión, como el de Arenas y Griñán de hace tres años. La primera es que en esta campaña se va a hablar mucho del voto útil, y a ello van a apelar tanto el PP como el PSOE, una llamada de los dos grandes partidos a la estabilidad para gobernar Andalucía sin las incertidumbres que se abatirán sobre España después de las elecciones municipales y generales. Sí, van a oír muchas veces que Andalucía necesita un Gobierno fuerte. Estable frente a unos ayuntamientos forjados con sopas de siglas y conjugaciones verbales, unas elecciones plebiscitarias en Cataluña y un Ejecutivo central que necesitará un pacto inédito. Y la segunda es que el partido que gane las elecciones se va a jugar el grado de estabilidad en los últimos días de campaña y en los restos, esos votos finales del recuento que deciden el último parlamentario de cada provincia. Con cuatro actores bien definidos -PP, PSOE, IU y Podemos- más la aspiración de un quinto -Ciudadanos o UPyD-, la mayoría absoluta se podría alcanzar con un 43% ó un 44% del apoyo total. O la mayoría holgada, que sin ser plena, es a la que aspira el PSOE. Sus 52 ó 53 parlamentarios. O a ganar aunque sea por un voto, objetivo del PP.

El primer actor es Susana Díaz. Más que el PSOE, el cartel de los socialistas va a ser Susana. Así, sin apellido, como Felipe. O como Teófila. La marca se encuentra en declive, preside el Gobierno andaluz desde 1982, se desangra por Madrid y la única dirigente con crédito es la candidata. Además, es la propia presidenta la que ha metido al PSOE andaluz en esta aventura a vida o muerte con el argumento, precisamente, de la estabilidad.

Todos los sondeos otorgan al PSOE una victoria en Andalucía, debido a la fortaleza de Susana Díaz -es uno de los pocos políticos que aprueba en valoración- y a la debilidad relativa de Podemos. Es una ventaja segura, pero ajustada, aunque el empeño socialista es acercarse tanto a la mayoría absoluta de los 55 escaños que sólo necesiten el apoyo externo de IU.

El PSOE no contempla siquiera una victoria del PP por ajustada que sea, y ahí pueden comenzar sus problemas: con la suficiencia. Recuerden al Arenas de hace tres años. Por otra parte, la organización no funciona como el motor de precisión de fue antes, y más allá de Susana Díaz, no hay ningún referente. Bastó que se tuviera que encamar durante tres días por un fuerte catarro para que el PSOE desapareciese de los teletipos. Ni actos ni ruedas de prensa, todo lo contrario que el PP, que ha superado las divisiones internas y ha puesto a todos sus alcaldes a trabajar.

Para algunos socialistas, el riesgo es que el resultado electoral desemboque en un Parlamento dividido e imposible de gobernar. "El partido está desmovilizado, lo peor que nos puede pasar es que entremos en un período de inestabilidad que nos lleve a otras elecciones dentro de dos años", confiesa un parlamentario pesimista. Otro, sin embargo, mantiene esto: "Va a ser en los últimos días de la campaña cuando metamos los votos, cuando la gente deje de pensar en Podemos". El viernes pasado, en la barriada sevillana del Cerro del Águila, un votante del PSOE, desencantado, le explicó a Susana Díaz que su partido lo había defraudado y que iba a votar a Podemos. "Bueno, tengo 37 días para convencerle", le respondió la presidenta con una sonrisa. A la salida, ya le dio cuenta de su conversión. Esto es lo que el parlamentario optimista cree que pasará durante los últimos días, pero de un modo masivo. Cuando la estabilidad, responsable o temerosa, se imponga sobre la indignación.

El PSOE ha gobernado en solitario en seis ocasiones, en cinco porque no le hizo falta y en una -el mandato de 1994 a 1996- porque no encontró apoyos. Fue la legislatura de la pinza, y finalizó a los dos años, cuando Manuel Chaves se vio obligado a convocar elecciones.

El PP es su propio actor principal, y cuenta con otros, pero de reparto: Mariano Rajoy, quien ayer estuvo en Córdoba y quien vendrá en numerosas ocasiones durante la campaña, y el candidato, Juan Manuel Moreno. Recién llegado, es un desconocido, aunque no tanto. Sus asesores tienen su mismo talante pragmático. Una broma del programa El intermedio, de La Sexta, sobre su anonimato ha sido aprovechada con inteligencia para repetir apariciones televisivas. Cuantas más, menos desconocido será. Moreno no va a faltar a ningún debate, como sí hizo Arenas.

Tiene otra ventaja. Los andaluces sitúan al PP muy a la derecha. Si hay que darle un valor entre el cero, que es la extrema izquierda, y el 10, que es la extrema derecha, se lleva un 7 ó 7,5. Esto es una tónica en los sondeos. Sin embargo, Juan Manuel Moreno está en el entorno del cinco; es decir, más centrado que su partido. La identificación del votante con la posición ideológica del partido es uno de los factores que adelantan una victoria. Hasta ahora, el PSOE, en el 4,5, es el que más se acerca al votante medio andaluz, que está en el 4,8. Ciudadanos se sitúa casi en el cinco y su líder, Albert Rivera, es el político mejor valorado en Andalucía.

Los sondeos internos del PP colocan al partido a dos puntos del PSOE en intención de voto, pero con una tendencia creciente desde que comenzó la campaña. "Cada 15 días, ganamos medio punto", se explica desde la sede de la calle San Fernando de Sevilla. Y es eso lo que hace suponer a algunos que pueden ganar. Si es así, dan por hecho que gobernaría porque Susana Díaz se lo ha jugado todo a una única carta. "Si pierde, se tiene que ir esa misma noche", apunta esta misma fuente.

El PP es un partido más organizado que el PSOE y sabe aprovechar mejor los recursos. El gaditano Antonio Sanz ha vuelto a instalarse en la sede, como director de campaña -hizo varias con Javier Arenas-, ha puesto a los alcaldes a trabajar para el candidato y han nombrado a un vicesecretario de Comunicación. "Esta mujer se ha equivocado y se va a llevar un sorpresón el 22 de marzo", cuenta uno de los viejos dirigentes del PP andaluz.

El tercer actor es el nombre. O el verbo: Podemos. Mucho más que su candidata, Teresa Rodríguez, que fue elegida hace sólo siete días. El éxito demoscópico del partido de Pablo Iglesias pasará su primera prueba de realidad en Andalucía. Los sondeos le otorgan un tercer puesto, por debajo del 15%, aunque cuenta con un problema mayor. Si los andaluces se manifiestan ideológicamente de centro izquierda, a Podemos lo sitúan en la extrema izquierda, en torno al 2, más alejado incluso que IU. Es difícil que una organización así se convierta en mayoritaria, aunque el sondeo de Capdea, de la Universidad de Granada, conocido el viernes, apunta al hecho paradójico de que Podemos es un partido que genera mucha confianza. Hay quien sostiene que Podemos genera un "voto aspiracional", y que se esfumará cuando el elector se haya desahogado, bien en las urnas, bien en la misma campaña ante la cercanía del día de la elección. Su fuente de votos ha sido IU, el cuarto actor de esta gran escena andaluza. La federación, que presenta a Antonio Maíllo como candidato, sí que ha entrado en un período de inestabilidad, pero en Andalucía resiste de momento las traiciones y las fugas, la última, el de la CUT de Diego Cañamero, que ha situado a Podemos aún más a la izquierda.

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