infraestructuras culturales | radiografía de un escándalo

El esperpento del Centro Lorca

  • El espacio, que lleva un lustro casi terminado, continúa cerrado entre acusaciones de malversación

Recopilar toda la información generada en torno al Centro Lorca desde 2003 es, a partes iguales, una labor hercúlea y descorazonadora; decenas de promesas que son papel mojado, brindis al sol, polémicas, trastos que van de una cabeza a otra, agujeros negros en la cuentas de cerca de 11 millones, denuncias en los juzgados, gerentes que, según los indicios, parecen clones de Luis Bárcenas... Y a todo esto, el espacio dedicado al poeta, que lleva un lustro terminado y que iba a reconciliar definitivamente a Granada con la memoria de su poeta, cerrado a cal y canto. Es seguramente el reflejo de la historia reciente de España, con pillos contemporáneos sacados de una novela de Quevedo, proyectos faraónicos que nacen en mitad de la euforia colectiva, dinero a mansalva y, por último, uno de los mayores escándalos que ha vivido la ciudad de la Alhambra en su historia reciente.

El proyecto era una vieja aspiración de la ciudad, pero el gran impulsor fue el presidente del Gobierno, José María Aznar, que realizó gestiones a título personal que desembocaron en 2003 en un acuerdo institucional para traer desde Madrid todo el legado de Lorca con materiales como el manuscrito original de Poeta en Nueva York. "El compromiso de todos evitará que haya retrasos", dijo en 2004 el alcalde de Granada, José Torres Hurtado, cuando se fijó 2006 como la fecha de apertura del centro. En 2005, un jurado presidido por el prestigioso arquitecto Rafael Moneo eligió, de entre todos los proyectos arquitectónicos presentados al concurso internacional de ideas, la propuesta más arriesgada y vanguardista de las presentadas, realizada por un equipo de arquitectos mexicanos y eslovenos con sede en Barcelona.

El Ayuntamiento puso el solar en la céntrica plaza de La Romanilla, los Fondos Feder cubrirían el 75% de los 18,5 millones en los que estaba presupuestado el edificio y la Junta y el Ministerio el resto del dinero. Estas instituciones, junto a la Diputación y la propia Fundación Lorca, integrarían el Consorcio para la construcción del espacio. Era una época de brindis con vino entre los políticos de todos los colores, pero por entonces ya había entrado, con sigilo y en un discreto segundo plano, uno de los nombres que ahora aparecen como el hombre del saco en todo este galimatías: Juan Tomás Martín, el secretario de la Fundación Lorca y después, junto a la sobrina del poeta, responsable de la oficina técnica del Centro.

El primer contratiempo fue la necesidad de modificar puntualmente el Plan Centro para el solar en el que se iba a levantar el edificio, un trámite que llenó páginas de periódico por el enfrentamiento entre Ayuntamiento y Junta por una cuestión urbanística. Se fumaron la pipa de la paz y apareció un incómodo vecino, una churrería anexa al solar que, en principio, no tenía que incluirse en el proyecto definitivo. Pero este asunto acabó por enquistarse, las administraciones se enzarzaron en el cuerpo a cuerpo y el solar de la churrería fue finalmente adquirido por 300.000 euros.

Por entonces había una guerra intestina entre la Fundación Lorca y la Junta, que además tenía el apoyo del Gobierno de Zapatero y de la Diputación, también presidida por el PSOE. La institución autonómica no acababa de dar el visto bueno a los estatutos del Consorcio para la construcción del Centro Lorca, que dejaba en manos de Laura García-Lorca -y de su mano derecha Juan Tomás Martín- la ejecución de las obras y la gestión de todos los millones que iban a entrar procedentes de la UE.

Al poco empezaron los trabajos y los obreros de Ferrovial comenzaron a edificar el sueño de una ciudad y se daba como seguro que en 2010 el flamante edificio albergaría los cerca de 5.000 manuscritos de Lorca que iban a custodiarse en una caja fuerte bajo el centro cultural.

Pero apareció un sobrecoste en la ejecución de la obra de 4,5 millones con las obras terminadas al 96 % y Ferrovial se plantó. Laura García Lorca tenía una programación ya diseñada para el centro que, pese a todo, se empeñó en continuar en ciudades como Nueva York o México D. F.

Así que 2010 a 2013, el Centro Lorca tuvo una parálisis en todos los sentidos con los pertinentes cruces de acusaciones. Llegó el 7 de octubre de 2013 y se escenificó una entente política sin fisuras para afirmar ante los medios que, tras tres años de intenso debate, habían concluido que la solución era pagar a escote el sobrecoste, exactamente el mismo acuerdo al que llega una peña de amigos que se reúne a tomar unas cervezas.

En esta historia no falta ni el primo de Zumosol, que en este caso se encarnó en unos fondos procedentes de Noruega, Islandia y Liechtenstein, 4,08 millones de euros que iban a sufragar el equipamiento del centro y su programación durante los dos primeros años. Así que aparecieron unos operarios, con su casco y todo, para rematar el edificio, pero a los días volvió a ser un espectro. De nuevo problemas de pago a la constructora hasta que, en junio de 2014, las obras se retomaron después de que las instituciones abonasen a Ferrovial la mitad del sobrecoste, unos dos millones.

A partir de aquí, una nueva cascada de fechas de inauguración que se fueron incumpliendo una tras otra: finales de 2014, comienzos de 2015... hasta llegar a la ya 'definitiva' del 5 de junio, la primera vez que se daba un día concreto. Más de diez años después de que se comenzase a gestar el proyecto todo iba a quedar como un mal sueño. Pero unos días antes, Ferrovial volvió a plantarse para exigir los tres millones de euros que todavía se le adeudaban, condición sin la cual no iba a entregar las llaves.

Tras unos primeros días de consternación, y con las explicaciones más vagas que se puedan imaginar -"desajustes técnicos"- todo acabó estallando en lo que puede ser uno de los mayores fraudes de los últimos años. Cada día, nuevas informaciones aumentaban el agujero económico del proyecto y ponían en el disparadero la gestión de Laura García-Lorca, con el destino de 11 millones de euros sin justificar. En un nuevo giro de este thriller con tintes de esperpento, la sobrina del poeta denunció a Juan Tomás Martín, su mano derecha y hombre de total confianza, de apropiación indebida y falsedad documental. Al parecer, falsificó su firma para llevarse el 15% de todas las subvenciones concedidas para la construcción del Centro Lorca, un dato al que hay que sumar que cobraba 12.000 euros al mes por su labor en la institución que gestionó entre 2007 y 2013 la construcción del edificio. Con dos auditorías en marcha para esclarecer a cuánto asciende el pufo y el secretario en paradero desconocido, el que iba a ser el hogar del poeta se ha convertido en el ático de la Rue del Percebe.

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