Las patatas francesas pueden ser explosivas. Créanselo, no es una exageración, sino la pura y dura realidad que una vez más, ha superado a la ficción. La increíble historia tuvo lugar a últimas horas de la tarde del lunes en una frutería de Chiclana, de nombre Rocío, emplazada en el centro comercial Huerta del Rosario. El frutero estaba despachando un kilo de patatas a un cliente cuando notó algo raro al sacar uno de los tubérculos del saco: ése pesaba demasiado.
A simple vista, no se apreciaba nada raro, ya que las patatas eran del tipo que se despacha últimamente en numerosas tiendas a precios muy económicos: patatas sin lavar.
El frutero miró con detenimiento el pesado tubérculo y cayó en la cuenta de que estaba plagado de cuadraditos llenos de bultos, tapados por la ingente cantidad de arena. Y de pronto, lo supo: aquello se parecía demasiado a las típicas granadas de mano tipo piña que han inmortalizado las películas bélicas de las dos confrontaciones mundiales de principios del siglo XX. Avisó rápidamente a la Guardia Civil, y hasta el negocio se desplazaron numerosos agentes, que procedieron a acordonar la zona, causando el lógico revuelo.
Tras comprobar que en efecto, el tubérculo sospechoso tenía toda la pinta de ser una granada, se activó el protocolo previsto en estos casos, dándose a los efectivos del Ebyl (Equipo de Búsqueda y Localización de artefactos explosivos) de la Benemérita.
Estos agentes especializados confirmaron las sospechas del frutero, dando cuenta igualmente a los artificieros de la Armada, con base en Puntales, por tener éstos las competencias en armamento militar.
Finalmente, el artefacto, con las debidas precauciones, fue trasladado, y ayer mismo por la mañana fue neutralizado (procediéndose a su explosión controlada con una pequeña carga de explosivo) en el campo de demolición de la Base Naval de Rota.
Según informaron ayer a este diario desde la Guardia Civil, los expertos han logrado identificar la 'patata caliente' llegada desde Francia como a de una granada de mano de fragmentación con carga explosiva, utilizada en la II Guerra Mundial por el bando vencedor, el de los aliados.
El falso tubérculo se había infiltrado entre genuinas patatas que, según reza en la etiqueta del saco en el que la mercancía llego a al frutería chiclanera, han sido recolectadas en una zona de Francia muy cercana a al frontera con Bélgica , en la que se registraron batallas tanto durante la I como durante la II guerra mundial. La principal hipótesis apunta a que la granada fue recolectada mecánicamente por una máquina cosechadora.
Lo que nadie ha atinado a explicar aún es cómo es posible que una granada que contenía aún carga explosiva haya podido acabar metida en un saco y puesta tranquilamente a la venta en un establecimiento de Chiclana.
El espeluznante suceso, que podría haber sido dramático si el frutero no se hubiera dado cuenta y el cliente se hubiera llevado para su casa el artefacto, no hay duda de que desata todas las alarmas y pone en solfa las medidas de control existentes con los productos alimenticios que llegan por nuestras fronteras.
A la vista está que, a partir de ahora, al menos con las patatas sin lavar procedentes de tierras galas, hay que utilizar un detector de metales.
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