Andalucía

El ranking de universidades en clave andaluza

  • Los resultados son mejores que lo que corresponde por nivel de renta

El ranking de universidades en clave andaluza

El ranking de universidades en clave andaluza

El ranking mundial de universidades ARWU, generalmente conocido por el topónimo "de Shanghái", se publica en pleno verano. Para más señas, en agosto. Cuando parece existir una correlación positiva entre el nivel de las temperaturas y la mayor ligereza en los alimentos que demanda tanto nuestro cuerpo como nuestra mente. Es decir, si en la nevera reina el gazpacho, en los medios de comunicación aumenta la frecuencia de noticias no muy trascendentes o, como mínimo, exóticas.

Puede que por ello, la reseña estival sobre este ranking se suele despachar con el titular recurrente de que "España no tiene ninguna Universidad entre las 100 mejores del mundo", aunque este año tenemos una entre las 200 mejores, junto a un análisis de los subibajas de las universidades locales que aparecen en el mismo.

Existe demasiada desigualdad en los centros entre el nivel de excelencia por disclipinas

Pero lo cierto es que este ranking es una rica fuente estadística de la que se pueden obtener conclusiones bastante robustas en el tiempo. En clave andaluza, y comparándonos con las restantes regiones españolas, nuestros resultados son probablemente mejores a los que nos corresponderían por nivel de renta y ligeramente inferiores a los que nos corresponderían por población, al tener cinco universidades, todas ellas públicas, entre las 1.000 universidades que componen dicho ranking. Concretamente Granada, situada entre las mejores universidades españolas y, en puestos posteriores, en primer lugar Sevilla, después Córdoba y Jaén con similar puntuación y, finalmente, Málaga. Además, en 41 de las 54 disciplinas científicas, que cuentan con su respectivo ranking individualizado, existe al menos una universidad andaluza que destaca, eso sí, de nuevo siempre pública. Luego nuestra ciudadanía tiene garantizado el poder acceder a un nivel adecuado de formación, en la mayoría de las disciplinas científicas, sin salir de nuestra región, aunque pueda que tenga que moverse de provincia. No obstante, dado que las universidades públicas andaluzas están entre las más baratas del mundo desarrollado, junto a las convocatorias de becas existentes, dicha movilidad dista de ser una barrera insalvable.

También se debe resaltar la existencia de una clara correlación entre la excelencia universitaria en los campos de conocimiento y nuestros sectores económicos más competitivos. Por ejemplo, hay seis universidades públicas andaluzas que destacan a nivel internacional en Ciencias de la Agricultura, cinco en Ciencias del Medio Ambiente o cuatro en Ciencias de la Alimentación y la Energía.

Sin embargo, y desafortunadamente, existe demasiada desigualdad entre el nivel de excelencia por disciplinas de las universidades andaluzas. De esta forma, mientras Granada destaca en 35 disciplinas, Sevilla en 28 o Córdoba y Málaga en nueve, por la cola tenemos una universidad pública que sólo destaca en dos y otras tres, dos públicas y una privada, que no destacan en ninguna. Esta situación justificaría toda medida adicional que favoreciera la convergencia, siempre por arriba, interuniversitaria e intrauniversitaria, es decir, entre las distintas universidades y, a su vez, entre las distintas áreas de conocimiento dentro de una misma universidad, lo que, por otra parte, no sería muy complejo.

De hecho, el disponer por primera vez, en nuestra ya no tan joven autonomía, de una Consejería de Universidades nos debe ayudar a plantearnos retos más ambiciosos, como están haciendo otros muchos sistemas universitarios. El objetivo es buscar que cada una de nuestras facultades opere como verdaderos Centros de Alto Rendimiento, eso sí, de disciplinas no deportivas, sino del conocimiento científico. La clave es relativamente sencilla de formular, pero exigiría de una cuidada implementación. Concretamente, el éxito de este planteamiento dependería de que seamos capaces de desarrollar un sistema de incentivos y ayudas que busquen maximizar el rendimiento intelectual, tanto de profesores como alumnos y personal administrativo. Afortunadamente, muchos de estos incentivos no implican mayores costes, e incluso algunos llevarían aparejados ahorros de fondos públicos significativos. En este sentido, habría que abordar, desde una mayor racionalidad, tanto el mapa de titulaciones como la fusión de centros y departamentos afines, siempre primando la meritocracia frente a la discrecionalidad, sin olvidarnos de definir una carrera universitaria exigente, pero a su vez atractiva y estable en el tiempo, para conseguir atraer a nuestros alumnos más comprometidos. En resumen, un conjunto de nuevas y mejores reglas, en el que probablemente el único principio de igualdad que se debe salvaguardar es que todos los andaluces tengan las mismas oportunidades de acceso y formación, independientemente de su cuna y condición. Y no sólo porque es lo socialmente justo, sino, fundamentalmente, porque también es lo económicamente eficiente.

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