Bienal de Flamenco

A la Bienal le falta influencia y le sobra inquina

  • La crisis agudiza la falta de previsión política y la pertinaz riña entre flamencos .

HOY tendría que empezar a prepararse la Bienal de Arte Flamenco 2014. El alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, ya debería tener marcado en su agenda que en la primera semana de septiembre de 2013 ha de presentarse su programación completa, amén de desplegar sí o sí en ese momento las diversas combinaciones de viajes, alojamientos, entradas a espectáculos y rutas culturales y gastronómicas ofrecidas a los principales agentes turísticos nacionales e internacionales, y a los organizadores de congresos y convenciones, previo acuerdo con aerolíneas, AVE, hoteleros, hosteleros, teatros,...

Treinta y dos años después de crearse el festival, esta planificación debería estar más que probada y trillada. Sin embargo, jamás se ha hecho así. Una vez tras otra, la Bienal se ha enjaretado demasiado tarde. Cogida con alfileres, su mera celebración se convierte en un logro pírrico. Pero con proyección de andar por casa, y menos resultados artísticos y económicos de los posibles. El poder de atracción que tiene el flamenco, y el encanto especial de verlo y vivirlo en Sevilla, la capital de su reino, son desperdiciados una Bienal sí y otra también. Por cada euro no gastado, o no a su debido tiempo, el festival y la ciudad dejan de ingresar diez euros. No estamos hablando de calderilla, sino de diez millones de euros. Con la falta que hacen...

En la etapa de su anterior director, Domingo González, se alcanzaron mejores cotas de promoción y comercialización con algo más de margen para vender la Bienal. Y también hubo más trabajo previo para incardinar a los medios de información españoles. Si no se está encima de ellos, pasan de cualquier cosa que ocurra fuera de Madrid. Con el cambio de gobierno municipal, la parálisis en la toma de decisiones, el relevo en la dirección del festival, la feroz crisis que machacaba cualquier conjetura, el absoluto desbarajuste en las arcas de Ayuntamiento y Junta, y la parálisis general en España de los circuitos de producción y exhibición de espectáculos, más los cerrojazos en agosto que han impedido disponer de suficientes salas de ensayo, ha sido meritorio sacar adelante en esas condiciones la Bienal 2012. Sin tener presupuesto cierto, y sufriendo que al final fuera sólo la mitad de lo apuntado.

Recuerden que, en el mes de marzo de este año, Zoido y los concejales Serrano y Sánchez Estrella estuvieron en la importante Feria de Turismo de Berlín presentando la Bienal... y no podían dar lo más elemental: la programación, que no se remató y divulgó hasta junio. Eso no debe ocurrir nunca más.

Un ejemplo claro de cómo ha faltado coordinación en la ciudad. Desde hace años se sabía que en septiembre de 2012 se celebrarían en la ciudad al menos dos congresos internacionales muy concurridos. El de Biología Molecular, con 2.500 personas, y el de Dermatología, con 4.000 inscritos. Era fácil haberles ofrecido con mucha antelación que en el programa de ocio de esos congresos pudieran reservarles amplios cupos de entradas de la Bienal, sobre todo para las actuaciones en el Teatro Maestranza. Porque era iluso pensar que lo llenaría la población local, que vive agobiada por el desmoronamiento de su bienestar. Y así hubieran estado rebosantes las funciones de María Pagés, del Ballet Flamenco de Andalucía, de Marina Heredia, del Ballet Nacional de España, etcétera. Y ahora tendríamos a diez mil personas más por el mundo propagando en sus entornos al flamenco en Sevilla. Y las cuentas de la Bienal no arrojarían un déficit excesivo que puede ser lesivo para su futuro, en una época atroz para las programaciones culturales.

Con todo, lo que más daño hace a la Bienal, no es la mala gestión politica, sino la sempiterna y malsana envidia que genera el propio mundillo del flamenco. Actitud lamentable que ahora se torna devastadora. La mayoría de los artistas, productores, críticos y corifeos se han planteado la Bienal 2012 como si estuvieran en una burbuja, encantados de mirarse al ombligo, de poner zancadillas y de regodearse en sus inquinas. La falta de espíritu colaborativo, mucho más acusada en la generación veterana, lastra el desarrollo del flamenco.

Son pueblerinos los egos que bloquean la realización de espectáculos en la Bienal. Hay artistas con solera pero entrados en años de fatiga, que ya no están en condiciones de protagonizar un espectáculo en solitario, ni tienen ahora público suficiente para el aforo del Lope de Vega o el Maestranza, que fuera de Sevilla comparten cartel pero se niegan a hacerlo en el festival de su tierra. Se creen con derecho de ser exclusivos y excluyentes. Penoso. Y bien combinados, darían lo mejor de sí apoyados en un hilo conductor, y gustarían a propios y extraños. Juntos, pueden sobrevivir desde Sevilla, y tienen aún algunas opciones de girar fuera. Por separado, con la que está cayendo, se pueden aburrir en casa esperando que alguien les llame.

El ejemplo a seguir es la magnífica gala de clausura, De la punta a la raíz. Gran mérito el de Rafaela Carrasco para enjaretar con elegancia dos horas de baile en las que hasta Farruquito puso su talento al servicio del conjunto. Al servicio del flamenco. Los jóvenes tienen las miras mucho más abiertas que losmayores. Y el cantaor José Valencia encarnando muy bien el Perlimplín lorquiano le ha dado una lección a los inmovilistas del cante.

Este análisis, queridos lectores, debe hacer constar que también enjuiciamos a una compañera y amiga. Rosalía Gómez, elegida directora artística de la Bienal 2012 (por lo tanto, con funciones organizativas más limitadas que sus antecesores) asumió la crítica de teatro y danza en Diario de Sevilla desde su fundación. Nuestra obligación es hacer abstracción de ese condicionante y ponderar su labor con el mismo criterio y el mismo rigor que a cualquier gestor o programador cultural. En el contexto tan difícil que se le venía encima, y con tantas figuras que se han quitado de enmedio en la plaza que más temen, Sevilla, Rosalía Gómez tenía que haber limitado parte de la programación menos flamenca para que el conjunto de la oferta no diera sensación de desequilibrio y de extrañeza.

Ha sido un éxito el uso del claustro de Santa Clara, nuevo espacio ganado para el duende flamenco en Sevilla, donde se han llenado hasta las actuaciones de las siete de la tarde. No tenía que haber programado un homenaje a Camarón sin tener amarrados a los personajes clave de su legendaria carrera. Viendo como está siendo malquistado el legado del cantaor isleño por su familia, era mejor no meterse en ese jardín. Y, para más inri, desde el Ayuntamiento se presionó para que ese tributo fuera el acto que abriera el auditorio de Fibes. Doble error.

Los críticos también son parte del problema

El festival sí  ha servido para respaldar la trayectoria  de muchos jóvenes valores, y el tiempo le dará la razón a quienes le han dado sitio en esta Bienal. Donde ha bajado la nota media es en los espectáculos de mayor formato. El inaugural fue fallido. Aunque en los ensayos suscitó buenas expectativas, Manuela Carrasco, una gran bailaora, a la hora de la verdad estuvo mal, aprisionada en los trajes que se hizo para la ocasión. Pero la crítica no la criticó, y  le regaló  los oídos a ella y a su entorno con tópicos y metáforas que le han negado a otros artistas, con los que se han cebado hasta el escarnio estuvieran bien o mal sobre el escenario.  

   

La crítica flamenca también tiene que reflexionar sobre el doble  rasero que lleva muchos años utilizando, y sobre hasta qué punto se están convirtiendo también en parte del problema y no de la solución a los males del flamenco. Hacerse mirar si su conocimiento de los arcanos del cante y su proximidad a algunos artistas y círculos peñistas con los que más coinciden al cabo del año, pueden justificar  su ceguera ante la irrupción de Israel Galván como el creador número uno del flamenco en la actualidad. Todavía no le reconocen lo que  vale, después de haberle ridiculizado en sus comienzos.  Y si aún le niegan lo evidente a él,  para qué abundar en su desdén hacia cualquier propuesta que se salga del sota, caballo y rey.  

   

Coda final: Hay que elogiar la iniciativa del  Teatro Quintero, que en paralelo a la Bienal ha tenido buenos y variados espectáculos flamencos durante tres semanas. Yle ha ido bien en taquilla, tanto en los recitales con el público en butaca,  como en la fórmula del  cabaré flamenco con mesas y sillas al pie del escenario.  Es una fórmula por la que apostar. 

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