Dani de Morón | Crítica

Preguntas sin respuesta

Dani de Morón, ayer, en el Patio de la Montería del Alcázar.

Dani de Morón, ayer, en el Patio de la Montería del Alcázar. / José Ángel García

El concierto presentó tres partes muy diferenciadas. Un viaje emocional. Fue un viaje desde la ansiedad al estatismo, de la máquina al corazón, del frenesí al intimismo, a la serenidad. Tres intérpretes, tres partes. Una pirámide que tuvo en su cúspide al guitarrista tocando en solitario unas seguiriyas y Ojos verdes.

La primera parte, en formato de trío. El formato le confiere a la música de Dani de Morón un ropaje más convencional. Los temas se suceden sin solución de continuidad. El guitarrista renuncia al concepto tradicional de falseta de pregunta y respuesta para optar por una forma de variaciones más abierta, próxima al jazz contemporáneo, de preguntas sin respuesta. Se percibe la inspiración tradicional, bulerías, marianas, y también la voluntad de alejarse de ella: su subraya lo que en la tradición es silencio, se obvia lo que en la tradición parecía esencial, se desplazan los acentos, no sólo a nivel rítmico, también melódico. Es un discurso frío, cibernético, maquinal. De mucho mérito porque aquí el guitarrista está descubriendo nuevos horizontes. Se percibe, al menos yo lo percibo, mucho dolor, mucha rabia, una rabia sublimada, debajo de una apariencia impoluta. El discurso se ha hecho más trasparente que en el pasado.

En la segunda parte pasamos del trío al dúo, primero, y luego al puro concertismo en solitario. La soleá, que también está desestructurada o,  al menos, en la que se le da la vuelta a la estructura tradicional, funciona como transición hacia un nuevo universo que culmina, tras unas falsetas de Diego del Gastor, en el monumento de la seguiriya. Directa, sin prejuicios, sin miedo. Ojos verdes es una victoria, o una derrota, una feliz rendición. De repente el músico está solo en el escenario y ya no hay prisa. La recta final del recital, de vuelta al trío, es un suave descenso de la montaña en la que no se oculta la melodía, la melancolía, la nostalgia, la felicidad. La felicidad en una sola nota, en una frase musical repetida una y otra vez, obsesivamente, sin pausas, sin prisas, hasta que se nos entrega.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios