Bienal de Flamenco

La revuelta de Stravinsky

  • Rafael Estévez y Valeriano Paños estrenan hoy su versión del rompedor ballet 'La consagración de la primavera'.

"A mí que me enseñen el flamencómetro, que me lo enseñen si es que eso existe", decía Rafael Estévez, convencido de que tanto él como su aliado Valeriano Paños -"bailarines del siglo XXI"- han conseguido, "aunque suene prepotente, desarrollar un lenguaje propio"; e indignado con la "cerrazón mental" de quienes expulsan áspera o condescendientemente su trabajo del territorio jondo. En el tono vehemente del primero está la réplica a estos últimos, pero por encima de todo la apuesta estética previa que los unió en sus comienzos, antes de que -sin tardar demasiado- se revelasen como dos de los jóvenes coreógrafos más atrevidos y admirados de los últimos años: el baile flamenco "no es una pieza de museo" y no van a arrugarse cuando les toque demostrarlo.

Tras el paso de ambos por el Teatro Central el día 13 con Romances, donde se pusieron a las órdenes de Juan Kruz para protagonizar uno de los espectáculos más radicales de esta Bienal, con sintaxis flamenca y gramática contemporánea, los dos se reafirman hoy (20:30) en el Teatro de la Maestranza en esa convicción que defienden con verbo frondoso y apasionado. En ese escenario reservado para las citas más multitudinarias o especiales estrenarán su versión de La consagración de la primavera, la revolucionaria pieza compuesta por Stravinsky y coreografiado por Nijinsky para los Ballets Rusos de Diaghalev, un verdadero punto y aparte en la música y la danza que determinaría en buena medida la evolución de ambas durante el siglo XX.

Por el arrojo que precisa de sus intérpretes y por estar dedicada esta Bienal especialmente al baile, la de hoy constituye una de las grandes apuestas de la programación. Así lo reconoció la directora de la cita, Rosalía Gómez, tras recordar que todos los grandes coreógrafos del mundo se han enfrentado tarde o temprano al crucial ballet estrenado en París en 1913 entre uno de los escándalos míticos de la historia del arte moderno: la velada acabó, literalmente, con butacas y objetos volando por el aire. Fue la reacción de una parte del público a la tremenda y visceral osadía de Stravinsky, que escribió una música exigente y por momentos impactante y furiosa, con disonancias, polirritmia, métrica cambiante y toda una serie de recursos expresivos que perseguían tratar el sonido como los cubistas hicieron con sus pinturas. Ésta es la música que se escuchará, íntegra, en la segunda parte del espectáculo, y quisieron recordarlo sus responsables porque, a pesar de que a estas alturas aquella ruptura con la noción hasta entonces habitual de lo bello está muy asimilada, son conscientes de que para quien pretenda encontrar sólo un espectáculo de flamenco al uso el montaje puede hacerse "duro".

Mario Maya incorporó algunos fragmentos de La consagración en su Diálogo del amargo, pero ésta será la primera vez que la obra sea interpretada íntegramente desde el flamenco, o al menos, "porque en arte es arriesgado hablar de primera vez", a Estévez y Paños no les consta otro acercamiento anterior. En esta "aventura", iniciada en 2007, han contado con la colaboración especial de Antonio Ruz, cordobés afincado en Berlín, donde es bailarín invitado de la compañía de Sasha Waltz, y con Antonio Canales como artista invitado.

El primero no sólo los azuzó en los momentos de indecisión para que se lanzaran a este proyecto, sino que está viviendo también el proceso de creación de la versión de esta misma obra que hará el año que viene Waltz para celebrar el centenario de su estreno, por lo que llega, confesó, "lleno de Consagración y con muchísimas ganas de bailar". El segundo quiso destacar "el sudor y el cariño", las muchas horas de trabajo y el talento que hay detrás de la propuesta, que calificó, con el entusiasmo desbordado que está exhibiendo en sus participaciones en la Bienal, como "divina pero sin divismo".

La primera parte del espectáculo sí tendrá un carácter más abiertamente flamenco. En ella, Estévez y Paños han introducido cantes camperos y de labor, elementos folclóricos de toda España (como hizo Stravinsky en su composición con la vasta tradición popular rusa), guiños a la escuela bolera y a la danza española en general. Casi una veintena de artistas -contando con los citados, aparte de Sandra Carrasco, Ana Latorre, Rosana Romero o David El Galli- escenenificarán sólo con voces, con percusiones hechas por los bailarines con aperos de labranza y con bailes inspirados en los movimientos de faena, que son "pura coreografía", una "revuelta campesina", avanzó Estévez. Ahí estará "la dureza, el hambre, la necesidad... y también lo lúdico", todo eso conviviendo con la denuncia de la "opresión de los poderosos", un grito, concluyó, que sigue teniendo hoy tanto sentido como en 1913.

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