Cultura

Una vuelta al pasado

A la puerta del teatro nos reciben silbatos y sirenas: una protesta sindical de la unidad de producción del Área de Cultura. Íbamos en busca de la belleza y nos encotramos con el compromiso: precisamente Sanlúcar ha buscado siempre el equilibrio entre estos dos elementos. Por eso anoche presentaba una obra basada en la pintura de Baldomero Resendi, pintor andaluz comprometido con la temática y la realidad sureña de su tiempo.

Sanlúcar ha compuesto una partitura oral para incorporar los cuadros de Resendi que renuncia conscientemente a los hallazgos formales de su obra anterior, Locura de brisa y trino, para, con un lenguaje más al ras de las tradiciones flamencas, reproducir el lenguaje figurativo de Resendi. Una vuelta al impresionismo de Tauromagia o de épocas anteriores. Sanlúcar tocó con gusto su lenguaje flamenco de hace 20 o 30 años. Como él mismo expresó: "De tanto buscar el futuro, a veces se nos olvida lo que tenemos dentro".

Modalismo tradicional para el lenguaje figurativo, como digo. Sanlúcar se olvida de su vanguardia para dibujar formas y colores. Algún día tenía que producirse el encuentro de la música de Sanlúcar con la pintura, puesto que estamos ante el guitarrista, y el flamenco, más plástico de la historia de este arte. Su indagación melódica le ha conducido a veces a regiones de austeridad y rigidez formal, pero jamás ha podido renunciar al color en sus melodías. Es el gran melodista flamenco de nuestro tiempo.

Ayer, como digo, se olvidó de su lucha armónica. Su nueva obra es rica en matices, y se articula sobre ritmos tradicionales: tangos, soleá, taranta, bulería. En El papa negro incorpora un ritmo ternario de origen americano, mientras que en El majareta y el serio, basado en dos autorretratos de Baldomero Resendi, hace por fin acto de presencia la búsqueda armónica que ocupa desde hace más de una década al maestro gaditano.

El resto es una obra amable, dura en algunas ocasiones, como en la terrible soleá, pero siembre a ras de tierra, de la tierra flamenca. La taranta (La mirada del tiempo) mostró una serie de recursos tan clásicos como sobrios. La bulería La danza de los pavos, es una pieza cantable, llena de ritmo y de humor, que reconforta el alma.

Sanlúcar se entregó como siempre y tocó con una ilusión, y un gusto, casi diría que en algunos instantes su cara reflejaba felicidad por lo que estaba interpretando, que hacía tiempo que no le veía. Su nueva obra es una vuelta al pasado que tiene consistencia y verdad y la riqueza melódica habitual en este compositor.

Como siempre desde que empezó esta Bienal, el patio de butacas mostraba varios huecos, a pesar de que oficialmente las entradas estaban agotadas. Es lamentable porque muchos aficionados que querían ver la nueva composición del sanluqueño se tuvieron que quedar en la calle. Eso sí, escuchando los silbatos y las sirenas sindicales.

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