Crítica de cine (SEFF 2017)

Álbum familiar a la deriva

Una imagen de 'What I remember', de Antoinette Zwirchmayr.

Una imagen de 'What I remember', de Antoinette Zwirchmayr.

Estos cortos anudados de la joven vienesa Antoinette Zwirchmayr se sienten como una grata promesa. What I remember es una aventura, realzada por el 35mm original, entre texturas, voces, correspondencias y reflejos que no esconde su vocación de memoria trascendida. Parte del árbol genealógico de la cineasta hubiera dado para un par de buenos thrillers, ya sea el irredento abuelo proxeneta en Salzburgo, ya el progenitor, precoz atracador de bancos reconvertido en explotador minero en el Brasil, pero a Zwirchmayr le sirve de imán para cautivar la atención de un espectador que sin esta crónica negra probablemente hubiera estado menos dispuesto a dejarse llevar por el remolino de temporalidades que acciona What I remember.

Este mcguffin guía nuestros sentidos por lo que no deja de ser un sugerente universo privado ante el que quedamos expectantes mientras le arriesgamos significados a su particular vocabulario entre lo objetual y lo humano: un universo mineral y vegetal que parece originarse en una intimidad protegida desde la que se abre una caja de pandora que ya no parece tan letal como quizás lo fuera antes: es como si por fin se hubiera asumido un pasado, y con él la enseñanza de que nunca pasa del todo.

Estos filmes suspendidos e ingrávidos juegan a los espejos y sobrevuelan un territorio que puede que moleste incluso a los ortodoxos del cine experimental. Nosotros, que aceptamos el viaje tal y como vino, también apreciamos aquí los ecos lejanos -las sombras desdibujadas- de otras películas, sea la claustrofobia de Utopia de S. Shahid Saless, sea la libertad del cine de Rozier.

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