CRÍTICA 'EL DIOS DE MADERA'

Amores sin papeles

El Dios de madera. Drama, España, 2009, 110 min. Dirección y guión: Vicente Molina Foix. Fotografía: Andreu Rebés. Música: Luis Ivars. Intérpretes: Marisa Paredes, Madi Diocou, Nao Albet, Soufiane Ouaarab, Empar Ferrer.

En el idealizado mundo de ficción imaginado por Vicente Molina Foix para su segunda película, los inmigrantes africanos de distinto origen se cruzan por las calles de España, compran regalos para sus novias en boutiques finas, viven en pensiones decentes, aprenden español castizo en un periquete, se abren cuentas en Facebook y se enamoran de viudas maduras que no se acaban de entender con sus hijos homosexuales, emparejados a su vez con otros inmigrantes (magrebíes) de vida disipada y mucho desparpajo. Para que no se diga que la realidad anda demasiado lejos, en las calles (de una aseada Valencia) siempre acecha la policía y la gente bien mira de reojo.

El guión de El Dios de madera pareciera elaborado a partir de una guía de lo políticamente correcto del Ministerio de Igualdad o de Asuntos Sociales. Molina Foix, de larga y prestigiosa carrera como poeta, novelista, traductor y crítico de cine, se las apaña para meter con posmoderno calzador numerosos temas de actualidad social en una imposible historia a cuatro bandas que quiere ser al mismo tiempo (y no puede en ninguno) un retrato sobre la inmigración, otro sobre el descubrimiento del otro en forma de amour fou interracial e intergeneracional, otro más sobre los difíciles vínculos familiares en tiempos de tolerancia y un cuarto, si acaso el único sincero de todos ellos, sobre la trayectoria profesional de Marisa Paredes, actriz a la que el director pretende homenajear en la coda final de su fallida, discursiva, imperdonablemente pudorosa y, por momentos, irritante película.

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