Crítica

'Arthur y la venganza de Maltazard': ¿Quién quiere marear a un niño?

Arthur y la venganza de Maltazard. Francia, 2009, Animación-aventuras. Dirección y guión: Luc Besson. Fotografía: Thierry Arbogast. Música: Eric Serra. Intérpretes: Freddie Highmore, Penny Balfour, Mia Farrow.

Hay que entender Arthur y los minimoys como franquicia multimedia ideada para tiempos de sinergias entre industrias culturales varias. Creadas por el francés Luc Besson (Subway, El Gran Azul, León (el profesional), El quinto elemento), productor sin escrúpulos de innumerables series y secuelas adrenalínicas (Taxi, Transporter), las aventuras de Arthur vieron la luz en varios libros infantiles, una película estrenada en 2006 y por supuesto, un videojuego del mismo nombre.

Si en la primera película ya podíamos comprobar cómo Besson estaba pensando más en las múltiples posibilidades comerciales de la marca que en cualquier otro elemento relacionado con la fantasía o las aventuras, esta segunda entrega con tridimensionalidad digital sobrevenida amplifica su potencial inmersivo y sensorial para situar al espectador infante en el vagón de una extenuante montaña rusa pensada para aturdir sus sentidos y provocar el vértigo en el estómago.

En el viaje, no espere el acompañante adulto ver recompensado ningún placer regresivo ni tampoco establecer vínculos con ninguna tradición fantástica con moraleja, ni siquiera ecologista. De lo que se trata aquí, una vez superado el obligado prólogo en imagen real, es de adentrarse en un submundo de horripilantes criaturitas virtuales de diseño punk (la viva imagen en miniatura del propio Besson) y habitar la imagen digital sin otra pretensión que la dejarse arrastrar por la velocidad, el movimiento continuo, la saturación plástica y la atronadora banda sonora, al más puro estilo de un videojuego. Acongoja pensar que el director Luc Besson hace todo esto pensando en sus hijos.

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