Crítica

Bienvenidos a Vampireland

Daybreakers. Fantástico, Australia-EEUU, 2009, 98 min. Dirección y guión: Michael y Peter Spierig. Fotografía: Ben Nott. Música: Christopher Gordon. Intérpretes: Ethan Hawke, Willem Dafoe, Isabel Lucas, Sam Neill, Claudia Karvan.

Se agradece que en estas semanas con tanta película importante y tanto cine para los Oscar quede hueco en la cartelera para inofensivas propuestas de género como la de esta Daybreakers, cinta australiana que nos trae una nueva actualización del asunto vampírico con mucha sangre de mentira, mucho látex, mucha lentilla de colores y sano espíritu de serie B con presupuesto holgado y estrellas invitadas.

Los gemelos hermanos Spierig, que debutaron por el mismo palo con Los no muertos (2003), sitúan su apocalíptica historia en un futuro high-tech dominado por una elite de vampiros con traje y corbata que luchan a contrarreloj por encontrar un sustituto de la sangre humana que les permita conservar su apariencia antes de convertirse en auténticos monstruos con alas, membranas y orejas puntiagudas.

Un mensaje humanista de andar por casa y una trama fraternal se abren paso a trompicones bajo las formas del cine de acción y súbitos estallidos gore, prueba de que, ya puestos, no hay nada mejor que mezclar tradiciones y poner a bailar juntos a zombis y vampiros.

Los Spierig se aferran como buenamente pueden a la lógica interna de su disparatada propuesta, mientras que Ethan Hawke, Sam Neill y Willem Dafoe parecen estar pasándoselo en grande entre tanto desenfreno costeado, tal vez pensando que esto lo iba a ver poca gente.

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