Crítica 'Todo saldrá bien'

Culpa fría, suspense artificial

Todo saldrá bien. Drama, Reino Unido-Alemania, 2015, 124 min. Dirección: Wim Wenders. Guión: Bjørn Olaf Johannessen. Fotografía: Benoit Debie. Música: Alexandre Desplat. Intérpretes: James Franco, Charlotte Gaignsbourg, Rachel McAdams, Marie-Josée Croze, Julia Sarah Stone, Patrick Bauchau.

Dos parecen ser los objetivos fundamentales en el regreso de Wim Wenders a la ficción después de sus dos últimas incursiones en el documental (Pina y La sal de la Tierra): el primero, retratar el proceso interno de duelo, aceptación y superación a lo largo de los años de un escritor envuelto en un trágico accidente; el segundo, poner a prueba las prestaciones del 3D en un drama intimista muy alejado de los parámetros del espectáculo inmersivo en el que habitualmente se utiliza este proceso tecnológico.

De esto último apenas quedan rastros en la versión 2D que circula en las salas, donde no puede apreciarse ese trabajo con los rostros y los primeros planos donde, al parecer, reside la principal novedad estético-emocional del recurso tridimensional.

De lo primero, y esto sí es más grave, apenas queda en Todo saldrá bien la superficie, por momentos fatua hasta lo exasperante, de una indagación en los procesos de la depresión y la creación redentora que, en manos de un desafortunado James Franco, incapaz de articular otro gesto que no sea el de una estatua de mármol, echa por tierra los no demasiado finos intentos de Wenders por conjugar el relato moral en clave enfriada con unos extraños e injustificados juegos de intriga y suspense artificial lastrados además por un montaje realmente malo que insiste en las escenas en paralelo dejando muchas de ellas a medio cocer.

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