Crítica 'Destino Marrakech'

Cuscús para todos

Destino Marrakech. Drama, Alemania, 2013, 122 min. Dirección y guión: Caroline Link. Fotografía: Bella Halben. Música: Nikki Reiser. Intérpretes: Ulrich Tukur, Samuel Schneider, Hafsia Herzi, Marie-Lou Sellem, Josef Bierbichler.

Nada parece haber aprendido Caroline Link de las enseñanzas de Rossellini en Viaggio en Italia. Destino Marrakech reproduce uno a uno los clichés del viaje romántico del europeo occidental a un país exótico (Marruecos, sobra decirlo), como periplo para el autodescubrimiento y el enjuague de conciencia sobre las diferencias culturales y las desigualdades sociales.

Nuestro protagonista, un adolescente díscolo y diabético, viaja a Marrakech para pasar las vacaciones de verano con su padre, un estirado director teatral con el que tiene poca y mala relación. Llega luego lo previsible: el descubrimiento fascinado de la diferencia, las poses de chaval inquieto y atribulado en la noche oscura, el sexo y el amor de la mano de una prostituta de buen corazón o la escapada a las montañas, donde vive la gente auténtica con sus cabras y sus huertos ecológicos.

Por si todo esto no fuera poco tópico, la película se empeña en hacerlo explícito con un supuesto mensaje autocrítico que no cuadra con la mirada turística al paisaje y al paisanaje, una mirada que se estira además hasta más allá de lo recomendable para terminar de rematar el viaje con un clímax dramático artificial dispuesto para la catarsis y la redención, en la enésima moraleja edificante y conciliadora de un cine de la Europa institucional que sigue sin tener verdadero interés en otras culturas si no es para reincidir en los estereotipos de siempre o en el exotismo liberador.

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