Cine

Demasiado peso para tan pocas fuerzas

La llave de Sarah. Drama, Francia, 2010, 111 min. Dirección: Gilles Paquet-Brenner. Guión: Serge Joncour, Gilles Paquet-Brenner. Fotografía: Pascal Ridao. Música: Max Richter. Intérpretes: Kristin Scott Thomas, Mélusine Mayance, Niels Arestrup, Frédéric Pierrot.

Un gran tema, el colaboracionismo de las autoridades y la Policía francesa en el Holocausto, venido a menos por erróneas elecciones de guión (el ir y venir del pasado al presente: el drama de la niña judía que en 1942 encierra a su hermano en un armario para librarlo de la deportación y la investigación sobre ese caso realizado hoy por una periodista) y por erróneas elecciones de enfoque (el sentimentalismo).

La caja de música contaba ejemplarmente una historia parecida -el descubrimiento progresivo de un horror ocultado- acertando en el guión (una hija investiga el horrendo pasado de su padre nazi) y en el enfoque (riguroso tratamiento sin concesiones sentimentales). No es el caso de esta bienintencionada película basada en un best-seller y por ello tal vez demasiado preocupada por sumar públicos utilizando el horror y la tragedia como elementos sentimentales y emocionantes, pero sin querer arriesgarse a perder espectadores llevando hasta el final sus planteamientos.

Con lo cual se desperdicia un poderoso tema histórico no suficientemente tratado por el cine francés (Lacombe Lucien, Los postigos del Louvre). Y se ablanda un infierno casi imposible de filmarse como ficción, el Holocausto, al derivarse de la tragedia al melodrama. Lo primero puede y debe tratarse en cine, porque la culpa del colaboracionismo francés con los nazis en la persecución y exterminio de los judíos es una llaga aún abierta en la memoria y la historia de Francia. Lo segundo, el Holocausto, requiere sensibilidad, pudor, sentido de la compasión y genio para ser abordado.

Pese a ser nieto de un judío francés entregado a los nazis por las autoridades francesas, Gilles Paquet-Brenner no ahonda lo suficiente en lo primero ni tiene la talla (o la sensibilidad) suficiente para abordar lo segundo. El resultado es convencional. Tal vez bienintencionado, pero convencional desde el punto de vista cinematográfico, insuficiente desde el histórico y superficial desde el ético. Eso sí: los espectadores que no conozcan bien el Holocausto se emocionarán y los que carezcan de información sobre los terribles hechos acaecidos en París en julio de 1942 descubrirán una página negra escrita por los colaboracionistas y antisemitas franceses en el negrísimo libro de la persecución y exterminio de seis millones de judíos escrito por Alemania. Sálvela, pues, su indudable aunque fallida buena intención y su positivo aunque insuficiente aspecto divulgativo. Una película correcta que trata un tema al que la corrección no le basta.

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