cine

Elegía de Brighton

  • 'One more time with feeling' registra la grabación del último y estremecedor disco de Nick Cave en pleno duelo tras la trágica muerte de su hijo de 15 años

En apenas tres años se han estrenado dos magníficos documentales sobre Nick Cave (Warracknabeal, Victoria, 1957), dos obras audiovisuales muy distintas entre las que se produjo el acontecimiento más trágico en la vida del cantante y compositor australiano: la muerte accidental de su hijo Arthur con apenas 15 años al caer por un acantilado en Brighton en julio de 2015.

Si 20.000 días en la Tierra (2014, Iain Forsyth, Jane Pollard) era una suerte de retrato multiforme, performativo y psicoanalítico de la trayectoria y el universo poético y musical del autor de discos memorables como Your funeral, my trial, Murder ballads o Nocturama, One more time with feeling asume el blanco y negro y las penumbras del luto para viajar al corazón de las tinieblas de un hombre abatido por la pérdida, una figura trágica que intenta sobrevivir cada día a la más dolorosa de las ausencias.

Andrew Dominik se enfrenta al cantante sin condescendencia ni sentimentalismo

Andrew Dominik, que ya dirigiera el estupendo western crepuscular El asesinato de Jesse James por el cobarde de Robert Ford, con una música elegíaca de Cave y su fiel compañero de armas y sonidos Warren Ellis, es muy consciente del material altamente sensible e íntimo con el que trabaja, de que es preciso mantener y explicitar la distancia y el pudor justos sobre una figura grave y sobrecogida, ensimismada en un proceso de recuperación a través del trabajo minado por el acecho del vacío.

Dominik y su equipo (siempre en pantalla, en un proceso creativo autorreflexivo) se enfrentan a Cave sin condescendencia ni sentimentalismo, intentando objetivar en sus gestos y su palabra, siempre precisa a pesar de las dudas y los balbuceos (la tensión es palpable), en sus conversaciones en el coche, en su día a día en la casa de Brighton con su mujer y su otro hijo, los mecanismos de supervivencia de una familia rota.

Sorprendentemente, la lucidez autoconsciente y lírica de Cave se impone aquí como discurso sólido que sobrevuela todo el filme; no hay búsqueda alguna de los clásicos momentos de quiebra emocional ni de impudicia en la contemplación del sufrimiento o la debilidad. El propio Cave confirma su zozobra, sus dudas, su bloqueo creativo tras el trauma y su permanente estado de inestabilidad y se pregunta por qué está dejándose filmar en esos momentos de su vida, en una muestra de sinceridad que, si bien ya asomaba en sus canciones, textos autobiográficos y anteriores retratos cinematográficos, se hace ahora más profunda, más frontal, más emocionante si cabe.

Pero One more time with feeling es también el registro de la grabación de Skeleton Tree, el soberbio disco con el que Cave intentó materializar, expiar o ahuyentar temporalmente los fantasmas del duelo: ocho canciones de tiempos medios y lentos, una verdadera elegía suspendida de aliento cósmico, que daba forma poética (no es tiempo ya, como también comenta Cave, para narrativizar la vida) y atmosférica a los sentimientos encontrados, al lamento por lo irreparable, a la culpa, a la conciencia de finitud y ruptura en una vida de relativo confort y calma después de tantos años nómadas, intoxicados y turbulentos.

Dominik despliega aquí un doble juego entre la estilización y el manierismo: rueda en un contrastado blanco y negro con cámaras 3D, busca los destellos de los focos y las zonas de sombra, traza travellings circulares alrededor del piano mientras Cave canta sus salmos con su voz grave y profunda, sobrevuela a los miembros de The Bad Seeds en su ejecución precisa, deja que el azar trabaje a su favor, atraviesa los muros del majestuoso estudio de grabación, situado en una antigua iglesia, para salir al espacio exterior y ofrecernos una impresionante imagen del planeta desde la atmósfera. Excesivo tal vez, pero hermoso.

En otro de los muchos aciertos del filme, vemos a Nick Cave desdoblarse, observarse a sí mismo mientras canta desde la pecera técnica, materialización del artista en lucha contra su doble. Y en un final no menos elocuente y emocionante, sobre los acantilados blancos de la muerte, de nuevo regresa la ausencia, el hueco, la voz del hijo y su hermano gemelo cantando al piano el Deep water de su padre y Marianne Faithfull.

Dos imágenes del estupendo y sobrecogedor documental de Andrew Dominik sobre Nick Cave y su último disco.

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