¿Podrás perdonarme algún día? | CRÍTICA

Emocionante consagración de McCarthy y Grant

McCarthy y Grant en sus sobresalientes trabajos interpretativos.

McCarthy y Grant en sus sobresalientes trabajos interpretativos.

Dos milagros en una sola película. El nacimiento como actriz dramática, pletórica de fuerza y verdad, de Melissa McCarthy, famosa actriz de comedias televisivas además de muchas otras cosas -diseñadora de moda, escritora, productora- que tras una larga carrera como secundaria en cine logró también la fama en este terreno con su nominación al Oscar a la mejor actriz de carácter por La boda de mi mejor amiga (2011), triunfal artefacto de la llamada NAC (New American Comedy) que la encasilló en este genero más bien tosco y grosero. Lejos de mí incurrir en el extendido vicio de despreciar la comedia y sus intérpretes considerando artísticamente superior la tragedia. Lo que sucede es que las comedias de la McCarthy -Cuerpos especiales, Por la cara, Resacón, Espías o Es la jefa- eran muy malas y ¿Podrás perdonarme algún día? es una muy buena película que cuenta con sobriedad una increíble historia real y atesora como mérito mayor dos interpretaciones extraordinarias justamente nominadas al Oscar.

Una es la de Melissa McCarthy como Lee Israel, arisca y desagradable mujer al límite de la sociopatía, incapaz de dar o recibir afecto más que en la relación con su gato, alcoholizada y no muy aseada, que tuvo un cierto éxito como escritora de biografías y después se hundió encontrando un curioso modo de supervivencia: falsificar cartas de celebridades del cine y la literatura para venderlas a coleccionistas. La otra interpretación extraordinaria y el segundo milagro que logra esta película es la definitiva emergencia tras una larguísima carrera como secundario de Richard E. Grant, en las pantallas de televisión y cine desde los años 80, que comenzó a ocupar algunos primeros roles en esta última década, sobre todo a partir de Love Hurts (2009), sin lograr afianzarse en ellos. Ahora, por fin, lo consigue interpretando al tan cínico como inmoral y desdichado homosexual que fue el único amigo (y cómplice) de Lee Israel. Su interpretación se balancea tan inteligentemente entre lo patético, lo humorístico y lo trágico que recuerda, incluso en su estudiada gestualidad y en el desamparo de su mirada, a Christopher Walken. Y esto es uno de los mayores elogios que yo pueda hacer de una interpretación.

Esta especie de Midnight Cowboy literaria que une los destinos de dos desgraciados que sobreviven en un Nueva York presentado como un bulevar de sueños rotos, basada en el libro de memorias de la propia Lee Israel, está dirigida con una sobriedad que tal vez hubiera exigido algo más de fuerza dramática por Marielle Heller, una directora lanzada por el festival Sundance con la apreciable The Diary of a Teenage Girl. Pero se le perdona como si hubiera reservado su fuerza creativa para la dirección de los dos actores. Y con ellos basta. El único reproche serio que se le puede hacer es el uso excesivo de una muy buena banda sonora, tanto en los jazzísticos temas originales compuestos por Nate Heller como en las canciones escogidas con exquisito gusto -Blossom Dearie, Dinah Washington, Peggy Lee, Patti Page, Chet Baker- pero con una presencia excesiva. Salvo el estupendo Charada de Mancini interpretado por Blossom Dearie que cierra acertadamente esta excelente, inteligente y emocionante película.

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