IT. CAPÍTULO 2 | CRÍTICA

Estirando al payaso

Fotograma de la cinta dirigida, como la anterior entrega, por Andy Muschietti.

Fotograma de la cinta dirigida, como la anterior entrega, por Andy Muschietti.

Ajustar las cuentas da un poco de vértigo a quienes asistimos a su nacimiento como autor comprando su primera novela y viendo en estreno la primera película inspirada en sus obras. Hace 45 años ya de lo primero y 43 de lo segundo. Aquella novela y aquella película eran Carrie. Y él, naturalmente, es Stephen King, el rey de la literatura de terror, un caso asombroso de fecundidad creativa y éxito ininterrumpido. Entre cine y televisión ha sido llevado más de cien veces a la pantalla, teniendo la suerte de que genios como Kubrick o cineasatas tan apreciables como De Palma, Hooper, Romero, Cronenberg, Darabont, Carpenter, Reiner, Hackford o Kasdan hayan filmado sus novelas. Como todo en él es desmedido, también representa un raro fenómeno: a lo largo de estos 45 años no ha madurado en lo que a la escritura se refiere, conservando intacta su increíble capacidad para contar historias fascinantes sin poder o querer superar su tosquedad estilística ni dar profundidad humana a sus personajes. ¿Una marca de estilo? ¿Una limitación? Quién sabe.

En los últimos años King ha tenido una suerte regular en el cine. Quizás porque los genios como Kubrick -cuyo El resplandor no deja de crecer con el tiempo- no abundan y los tiempos de los resucitadores de las antiguas series B -los Hooper, Romero o Carpenter- han pasado. Si no me falla la memoria las últimas películas inspiradas en él que me han interesado son Misery de Reiner y y Eclipse total de Hackford -¡y de ello hace un cuarto de siglo!- además de Cadena perpetua (1994), La milla verde (1999) y La niebla (2007), todas de Darabont. Desde luego It -novela publicada en 1986 y convertida en miniserie en 1990- en su versión de 2017 dirigida por Andy Muschietti no figura entre ellas. Y esta secuela también dirigida por él tampoco. Incluso es peor que su predecesora. Demasiado larga (teniendo en cuenta que la duración de una película no depende solo del tiempo real, en este caso larguísimo, sino del subjetivo, en este caso eterno). Demasiado efectista tanto en su forma como en sus toscos mecanismos para asustar. Demasiada psicología barata. Demasiados engendros de diseño.

Los niños han crecido, pero siguen siendo perdedores, pero que muy perdedores: ganarían un concurso de desdichas. El payaso -ya neutralizado como icono del terror por el de los tartazos de Sálvame -sigue siendo malísimo. Da rubor ver a la gran Jessica Chastain metida en este berenjenal y junto a ella a su pareja en La desaparición de Eleanor Rigby. Es peor que la primera parte, que tampoco era para tirar cohetes. Pero King debe estar satisfecho porque hasta hace un cameo.

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