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Europa pierde a Jeanne Moreau

  • Fallece a los 89 años la gran actriz francesa, icono de la 'nouvelle vague'

  • Trabajó con los mejores cineastas de su tiempo: Welles, Buñuel, Malle, Truffaut, Antonioni, Renoir, Godard...

Europa pierde a Jeanne Moreau

Europa pierde a Jeanne Moreau

Con Jeanne Moreau no sólo ha muerto una mujer extraordinaria que se dio a sí misma una vida llena de éxitos y de encuentros -amigos, colegas, amantes- con personas igualmente extraordinarias. No sólo ha muerto una de las mejores actrices de la historia del cine (la mejor, según Orson Welles, que la dirigió en varias ocasiones). Ha muerto un símbolo del cine europeo. Era la anciana superviviente de un mundo culturalmente espléndido que, me temo, se fue muriendo antes que ella. No sólo por la natural cuestión biológica, sino por la crisis de identidad de la cultura europea.

De los grandes directores que hicieron la gloria de la Moreau entre los años 50 y 60 -Becker, Malle, Truffaut, Antonioni, Renoir, Buñuel, Demy, Ophüls, Richardson- sólo vive Godard. Todos han ido muriendo sin herederos de su talla. La historia, no la nostalgia, nos dice que las cinematografías europeas están sucumbiendo al europudding, la versión europea de la papilla global. De los directores con los que trabajó a partir de los años 70 sólo destacan como maestros Fassbinder, Techiné, Wenders, Angelopoulos, Gitai y Oliveira. Y que nadie se ofenda si de ellos sólo Wenders -y sobre todo por París, Texas- me parece a la altura de los anteriores.

Jeanne Moreau, nacida en 1928, era hija de una bailarina inglesa del Folies Bergère y del dueño de la brasserie La Cloche d'Or de la calle Pierre-Fontain de Montmartre, la misma en la que estaba la Boîte a Matelots, dondetocaba Django Reinhardt, vivía André Breton y Toulouse-Lautrec y Degas habían tenido sus estudios. La guerra la marcó con el arresto de su madre, judía, y la ruina de su padre. En 1944 encontró su vocación al ver Antígona de Anouilh y Fedra de Racine. La interpretación será para ella un arma contra la barbarie. "Daré voz a quienes no la tienen", se dijo entonces. Estudió en el Conservatorio y en 1948 logró una beca de la Comedie Française, dándose a conocer por primera vez en la adaptación teatral de Los sótanos del Vaticano de André Gide y en Otelo. Fue entonces cuando Orson Welles reparó en ella. En 1949 interpretó como secundaria su primera película, Dernier amour, y en 1950 se unió al Theatre National Populaire (TNP) de Jean Vilar, interpretando junto a la mayor estrella francesa, Gérard Philipe, El Cid de Corneille en el festival de Avignon. Desde entonces simultaneó el teatro y el cine -sumándoles la canción y la televisión- hasta el final de su larga carrera, actuando por última vez en el festival de Avignon en 2011 y rodando su última película en 2015.

Tochez-pas au Grisbi(1954) de Becker, junto a Jean Gabin, fue su primera película importante. Tres años más tarde Louis Malle -que la descubrió cuando interpretaba en teatro La gata sobre el tejado de zinc caliente- la convirtió en una estrella con Ascensor hacía el cadalso. O en algo más: el símbolo del nuevo cine francés que anunciaba la irrupción de la Nueva Ola. Después, todo es historia del cine francés, europeo y mundial. Su carrera fue vertiginosa: Los amantes (Malle, 1958), Relaciones peligrosas (Vadim, 1959), Diálogo de Carmelitas (Agostini y Bruckberger, 1960), Moderato cantabile (Brook, 1960), La noche (Antonioni, 1961), Une femme est une femme (Godard, 1961)... Sólo entre 1962 y 1963 rodó Jules et Jim con Truffaut, El proceso con Welles, Eva con Losey, La bahía de los ángeles con Demy y El fuego fatuo con Malle. Estos dos años fueron su cumbre. Y nunca bajó de su altura.

¿Qué destacar de los siguientes 50 años de su carrera? Me guío por preferencias personales: Diario de una camarera de Buñuel, Campanadas a medianoche y Una historia inmortal de Welles, La novia vestía de negro de Truffaut, Monte Walsh de Fraker, La chanteuse de Renoir, Souvenirs d'en France de Techiné, Mr. Klein de Losey, Querelle de Fassbinder o Plus tard tu comprendras de Gitai.

Para mi generación, Moreau es la Catherine de Jules et Jim. A la vez que Brigitte Bardot explotaba como el nuevo símbolo sexual francés -Y Dios creó a la mujer es de 1956 y Ascensor hacia el cadalso de 1958- Jeanne Moreau representó la nueva trágica que parecía esperar, ultimada como símbolo por Malle, a los jóvenes directores de la Nueva Ola. Su boca sensual y trágica, con una ligera curvatura hacia abajo, como el gesto de una máscara griega, tenía el don de iluminarse súbitamente con una sonrisa tan deslumbrante como sólo puede serlo el sol que aparece entre nubarrones. Era la suya una belleza difícil, inteligente y honda.

Nadie lloró mejor y más sentidamente la muerte de un personaje interpretado por Jeanne Moreau que Lee Marvin en Monte Walsh: un vaquero maduro en un Oeste agonizante velando el cuerpo de su amante, una avejentada prostituta francesa que trabajaba en garitos de villorrios que se iban despoblando, mientras suena The Good Times Are Coming de John Barry cantada por Mama Cass. La recuerdo así hoy. Pero sólo hoy. Mañana la recordaré revivida por la música de Georges Delerue y cantando La Ronde, tal y como nos enamoró en Jules et Jim.

En 'Ascensor para el cadalso' (1958), de Louis Malle.

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