Crítica 'Los pingüinos de Madagascar'

Franquicia y franqueza

Los pingüinos de Madagascar. Animación, EEUU, 2014, 92 min. Dirección: Simon J. Smith. Guión: Michael Colton, John Aboud.

Spin-off para el mercado casero salido de la saga de Dreamworks Madagascar, calculado cruce de diseño y mercadotecnia extraído de ese zoo interminable e intercambiable en el que se ha convertido la nueva animación digital, Los pingüinos de Madagascar asumen pronto su condición de esponja posmoderna con un guiño inicial autoconsciente que los redime de la mera fórmula de serie. En su arranque, son los propios pingüinos antropomórficos los que aluden a su condición de bichos cucos y entrañables para alimentar los documentales de naturaleza y, en efecto, pronto los veremos filmados por un equipo de rodaje que los sigue por el polo en sus andares singulares o en sus deslizamientos panza abajo.

Partiendo de ese guiño adulto que marca el tono general, la cinta de Simon J. Smith (Bee Movie) exprime el ya clásico argumento de la diferencia frente a la necesidad de gustar como eje temático para un espectacular despliegue de pirotecnia visual en el que la pantalla se ensancha, se expande y se contrae todo lo que sea necesario, poniendo a viajar por el planeta a cuatro pingüinos heroicos cuyo objetivo no es otro que salvar a la pingüinidad del secuestro por envidia al que ha sido sometida por parte del malvado pulpo Octavio Salitre y sus secuaces.

Digna sucesora de su película-matriz, Los pingüinos de Madagascar da incluso un poco más de lo que se espera de ella, siempre dinámica, siempre generosa en el gag y el detalle, siempre dispuesta a hacer un nuevo tour de force ahí donde la pereza de una serie menor hubiera claudicado u optado por el camino más sencillo.

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