Cine

Mística académica

Visión. Biopic, Alemania, 2009, 110 min. Dirección y guión: Margarethe von Trotta. Fotografía: Alex Block. Música: Christian Heyne, Hildegard von Bingen. Intérpretes: Barbara Sukowa, Heino Ferch, Hannah Herzsprung, Gerald Alexander Held, Lena Stolze.

El escueto y ambiguo título español de Visión nos trae el biopic de Hildegard von Bingen dirigido por Margarethe Von Trotta, otrora actriz y directora de referencia dentro del Nuevo Cine Alemán y hoy definitivamente integrada en ese audiovisual europeo de prestigio en sus formas más aseadas y académicas.

Para aquellos que desconozcan al personaje histórico en cuestión, la monja benedictina alemana Hildergard Von Bingen (1098-1179) fue una de las mujeres más destacadas de su tiempo, líder monástica, mística visionaria, profetisa, médico, compositora y escritora, una mujer adelantada a su época que desafió las normas y el orden establecido e impulsó el alumbramiento científico en la era más oscura de la Europa medieval. Sus obras musicales, literarias y filosóficas continúan siendo muy valoradas y su influencia en la medicina holística ha sido ampliamente reconocida.

Una vez más en su carrera, Von Trotta escoge a una mujer singular para reivindicar a través de su retrato un discurso feminista que puede rastrearse a lo largo de su dilatada filmografía (de Las hermanas alemanas a Rosenstrasse), y lo hace aquí bajo los pliegues de la Historia y con la forma narrativa de la biografía dramática que selecciona transversalmente los momentos culminantes de una vida ejemplar, desde la infancia, con la llegada de la joven Hildegard al convento de Disibodenberg, a sus últimos días como abadesa en Bingen. Así, el principal interés de su película, que elude el periodo de sus viajes de predicación para centrarse en los avatares de la vida conventual, no es otro que el del retrato de una mujer convencida y luchadora en un entorno hostil dominado por los hombres, el perfil enérgico y persistente de una monja inquieta que, más allá de las visiones de la trascendencia mística (representadas con unas estampas luminosas que rozan el ridículo), supo ver también el futuro humanista de una Europa sumida en sombras.

En plena Edad Media, la opción de Von Trotta para este recorrido es la de una puesta en escena fría, académica y demasiado pulcra, más cercana a una cierta estética televisiva de lujo que a, pongamos por caso, el ascetismo y la depuración formal de un Dreyer o un Bresson, también interesados por personajes y ambientes similares. Su mirada dramática tiende a la simplificación didáctica, subraya siempre lo evidente y confía la (escasa) intensidad emocional del relato a las prestaciones de Barbara Sukowa, con la que trabaja aquí por quinta vez y cuya entrega y entusiasmo no alcanzan para llegar al fondo de un personaje fascinante sobre el papel.

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