Cultura

Pantalla y territorio

  • El cine español celebra el presente año como el de la reconciliación con el público, con consecuencias directas en la taquilla.

Ni los más optimistas podían pensar que el éxito de Ocho apellidos vascos iba a alcanzar un volumen como el finalmente logrado, el que corresponde a la producción española más taquillera de la historia. Pero si el pasado mes de febrero alguien hubiese anunciado que el pelotazo iba a ser sólo el principio de la fiesta, habría sido tachado de demente. Y sin embargo, así ha sido. Los ejemplos más sonoros vienen de la mano de dos películas rodadas en Andalucía, coincidentes en su querencia al thriller (aunque desde dos ópticas bien distintas) y en su contextualización rabiosamente sureña: El niño, aproximación al narcotráfico en el Campo de Gibraltar, dirigida por Daniel Monzón y protagonizada por Luis Tosar, Bárbara Lennie y el verdadero actor revelación de la temporada, el gaditano Jesús Castro, ha recaudado en las cinco semanas transcurridas desde su estreno en taquilla 14 millones de euros, y ha sido la segunda película más vista en este periodo en toda España (únicamente superada por El corredor del laberinto), además de haberse convertido en la segunda producción española con mejor acogida del público en lo que va de año después de la citada Ocho apellidos vascos. Por su parte, La isla mínima, la aclamada obra del sevillano Alberto Rodríguez protagonizada por Javier Gutiérrez y Raúl Arévalo y ambientada en el desolador paisaje de las marismas en plena Transición, recaudó en sólo una semana 950.000 euros y se ha mantenido como la segunda película con mayor impacto en España desde su estreno el pasado 27 de septiembre, sólo superada, de nuevo, por El corredor del laberinto. El viernes pasado se estrenó la quinta entrega de Torrente, saga cuya comparencia en cartelera ha venido dictando en los últimos lustros cuáles habrían de ser los años buenos para el cine español, aunque ha quedado demostrado que Santiago Segura ya no juega en solitario a salvar la industria. Y según los datos facilitados por Rentrak, Torrente, La isla mínima y El niño han acaparado el 66% de la taquilla este fin de semana.

El próximo 31 de octubre se estrenará, además, otro taquillazo cantado, la cuarta parte de REC de Jaume Balagueró. Con semejante cosecha, todo apunta además a que a finales de este año la cuota de pantalla del cine español rondará el 30%, lo que acerca la producción patria a los ansiados niveles del proteccionista sistema francés. Todo esto sucede mientras el IVA se mantiene para el cine en España al 21% y mientras Hollywood ataca sin piedad con un inédito de superhéroes desde el otro lado del charco. Que El niño haya recaudado ya más que El amanecer del planeta de los simios revela un cambio de paradigma: asistimos, tal vez, a la señal de que el espectador español ha dejado de ver su cine como una españolada y empieza a reconocerse en un trabajo hecho para él.

A la hora de explicar este fenómeno, pocos pueden hacerlo con la autoridad del director del Festival de Cine Español de Málaga, Juan Antonio Vigar, dada su posición de testigo de primerísima fila de cuanto se cuece en la industria. Y, aunque las claves son muchas, Vigar insiste en señalar una: el talento. "Cuando las cosas iban mal siempre defendí que el talento terminaría tirando de la industria", recuerda, "y así ha sido". El talento ha permitido al cine español "dar al público lo que busca sin renunciar a una exigencia artística", y esta conexión se da, además, "en dos niveles: por una parte, hay películas que presentan una producción de cierta hechura, como El niño, que aspira a convocar a muchos espectadores y que de hecho lo consigue; y también hay otras producciones con un formato más vocacional, que proponen una mirada más singular y que buscan un segmento de público más concreto, como 10.000 km [ganadora de la Biznaga de Oro en la pasada edición del Festival de Málaga]. Lo cierto es que la combinación de ambas fórmulas está dando resultado". Cuando se le recuerda a Vigar que el filme de Carlos Marqués-Marcet también logró un éxito de taquilla nada desdeñable, el director del Festival de Málaga matiza que "hubo un trabajo muy inteligente en cuanto a distribución, con copias enviadas a donde más fruto podía cosecharse, y dio resultado. Ahora, 10.000 km se prepara para su estreno en EEUU, y los mismos productores han preparado una campaña de la mano de una agencia de publicidad muy competitiva que seguro funcionará también". Y es que, para Vigar, lo mejor que le ha podido pasar al cine español "es que el talento también se ha manifestado en la distribución. Podemos decir que durante un tiempo todo el mundo ha hecho bien su trabajo, y ahora es cuando toca recoger la cosecha".

De esta manera, que el cine español funcione no responde a una causa azarosa, sino, insiste Vigar, "a un modelo de industria que, por un lado, permite que se produzcan películas con serias aspiraciones conquistar de públicos amplios y, por otra, consigue que películas de dimensiones más discretas pero de gran interés artístico como Magical girl de Carlos Vermut resulten cada vez más visibles; incluso, hasta llegar a triunfar en un festival como el de San Sebastián". Lo lógico, apunta Vigar, es que si este modelo ha demostrado su eficacia "se reafirme durante los próximos años y se desarrolle hasta suplir las carencias que todavía sufrimos". Que el Gobierno no parezca tener mucha intención de reducir el IVA cultural puede constituir un escollo, pero Vigar apunta que la situación es mucho más compleja: "Hay otros muchos retos a tener en cuenta. Quizá uno de los más importantes es el de la digitalización, que ya no afecta únicamente a la producción ni a la distribución, sino también a la exhibición".

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