pedro pinho. director de cine

"Seguimos marcados por el 25 de Abril"

  • El creador de 'A fábrica de nada', premio de la crítica internacional en el Festival de Cannes, reconstruye la rebelión de unos trabajadores lisboetas en la revelación portuguesa del año

El realizador luso Pedro Pinho.

El realizador luso Pedro Pinho. / José Ángel García

El realizador portugués Pedro Pinho (Lisboa, 1977), curtido en el documental, dio la sorpresa en el último Festival de Cannes al ganar con su debut en la ficción, titulado aquí La fábrica de nada, el premio Fipresci al mejor filme de la Quincena de Realizadores. La cinta, una reflexión sobre la precariedad laboral, sigue durante tres horas a los operarios de una fábrica que inician una huelga contra los planes para cerrarla. Los críticos de Cannes celebraron la "energía subversiva" de la obra, que traspasa las fronteras entre ficción, realidad, teatro y discurso sociológico para provocar una "desafiante experiencia cinematográfica".

Drama, humor y hasta pasajes musicales se suceden mientras asistimos a la lucha de estos trabajadores de cuello azul que un día descubren que la dirección de la empresa roba a la propia compañía con la idea de dejarlos en la estacada. La cinta compite en la Sección Oficial del Festival de Sevilla (SEFF) y ya tiene garantizada su distribución gracias al impulso de Cannes en los principales países de Europa, así como en Brasil, China y Rusia. A la cartelera española llegará la próxima primavera.

Durante la crisis, Brasil y Angola compraron casi todas las empresas que cerraban en Portugal"

-La fábrica de nada reflexiona sobre un presente oscuro golpeado por el desempleo pero tiene también un tono luminoso. La dedica a los ex trabajadores de OTIS que entre 1975 y 2016 autogestionaron una planta de producción en Lisboa. ¿Cuánto queda de la historia real en el guión?

-Inicialmente la película iba a ser la adaptación de una obra teatral, un musical infantil que hablaba de una fábrica que se cierra. El colectivo de cineastas al que pertenezco, Terratreme, decidió producir colectivamente el proyecto y yo asumí la dirección. Rodamos en una zona industrial de Lisboa muy golpeada por la crisis. Las historias que nos contaban los trabajadores eran tan duras que reflexionamos mucho sobre qué solución narrativa darle a ese material. Y decidimos que un buen modo de abordarlo sería hacer un musical neorrealista, un musical pobre e imperfecto, donde el elenco integrara tanto a actores profesionales como a (des)empleados de las fábricas. Todos tenían mucha urgencia por hablar de los problemas que les afectaban, uno de ellos vino al set de rodaje a las ocho de la mañana nada más recibir la carta de despido. Cuando ya habíamos escrito el guión encontramos esta cooperativa de trabajadores que, tras la revolución de los claveles, había asumido la gestión de su empresa, y que nos dejó rodar en su sede tras advertir lo parecida que era la historia que contábamos con la suya propia. Eran la rama portuguesa de la multinacional de ascensores OTIS, 300 trabajadores a los que la Administración dejó sin empleo y que convencieron a la central americana de la firma para que les vendiera la planta por un dólar en 1975. Mantuvieron la actividad hasta 2016, cuando cayeron en picado los pedidos y sólo quedaban ya 13 empleados en edad de jubilarse. Muchas factorías no nos dieron permiso para filmar por ese protagonismo que el guión concede a la autogestión.

-Aquí mezcla la realidad con la ficción, una estructura muy presente en el cine portugués actual.

-Los realizadores portugueses estamos intentando repensar el poder del cine para contar las historias así como el lenguaje que debemos usar para ello. A menudo se incurre en la lógica del metacinema, esa manera de hacer que refleja la presencia de una mirada exterior, y de algún modo quisimos hacer aquí una pequeña parodia de esa postura mediante el personaje de Daniele, el cineasta que llega a la fábrica y analiza con los trabajadores su situación social y política.

-Esta edición del SEFF concede un gran protagonismo al cine de su país e incluso dedica un ciclo a recuperar la obra de Margarida Cordeiro y António Reis. ¿Qué deuda tiene con esa tradición?

-Los cineastas de mi generación sentimos aún la necesidad de dialogar con los logros de los grandes maestros portugueses como João César Monteiro y Manoel de Oliveira, que colocaron el listón muy alto y asumieron tremendos retos. Creo que Reis influyó más a la generación anterior a la mía. Para mí Monteiro y Pedro Costa son dos referentes esenciales.

-El mestizaje y la relación con las antiguas colonias también están presentes en la cinta, pero de un modo mucho más sutil.

-En Portugal somos grandes consumidores de la cultura de Brasil y de las antiguas colonias, pero al contrario no ocurre igual. Hay una inversión de la dominación cultural, incluso con Angola y Cabo Verde. En los años más duros de la crisis esto se reprodujo en el plano económico: Brasil y Angola compraron casi todas las empresas portuguesas que estaban cerrando. La antigua relación de dominación, que no existe desde hace siglos pero sigue presente en el imaginario colectivo para ambas partes, se dio la vuelta por completo. En mi película la empresaria que despide a los trabajadores es brasileña, pero también lo es la chica de la pareja protagonista, que representa a esa inmigración brasileña que llegó en los 90 a Portugal y se integró.

-Uno de los personajes dice que "no es éste tiempo de claveles" pero usted recurre a un tema de José Zeca Afonso, autor de la canción que desencadenó la revolución del 25 de Abril, para cerrar la cinta. ¿Qué queda de aquel espíritu en el Portugal de hoy?

-No había nacido cuando se produjo la revolución de los claveles, pero mi infancia está bañada por esa oleada de entusiasmo que se produjo. Toda la gente siente que esas esperanzas no se han cumplido del todo, hubo cambios positivos más que evidentes pero también muchas promesas que no se alcanzaron y, lo que es peor, en Portugal durante estos años de crisis se ha retrocedido muchísimo en derechos conquistados. Teníamos que hablar de todo ello también en la película porque seguimos marcados por el 25 de Abril.

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