Crítica

'The Lovely Bones': Demasiado para Jackson

The Lovely Bones. Drama, Reino Unido-EEUU-Nueva Zelanda, 2009, 139 min. Dirección: Peter Jackson. Guión: F. Walsh, P. Boyens y P. Jackson, a partir de la novela Desde mi cielo de Alice Sebold. Música: Brian Eno. Fotografía: Andrew Lesnie. Intérpretes: Saoirse Ronan, Mark Wahlberg, Rachel Weisz, Stanley Tucci, Susan Sarandon.

Un teólogo noqueado por la modernidad afirmó que no se podía creer en los milagros de Cristo en la era de la radio. Se podría pensar, viendo The Lovely Bones, que no se puede rodar una película sobre fantasmas en la era de las técnicas digitales. No es así en ninguno de los dos casos. Es más bien la incapacidad del teólogo noqueado por la ciencia o, en este caso, del cineasta limitado por sus carencias culturales y fílmicas lo que lo impide. Lo que sí es imposible es conjurar convincentemente lo sagrado o lo sobrenatural con efectos especiales. A Dreyer le bastó una cámara, unos pocos actores y celuloide en blanco y negro para filmar la resurrección más convincente de la historia del cine en Ordet. A Jack Clayton le bastaron los mismos medios -pocos actores, ningún truco, blanco y negro- para contar una extraordinaria historia de fantasmas en Suspense.

Peter Jackson no tiene el genio del primero ni el talento del segundo; y carece de la cultura de los dos. Tiene otro genio, que le permitió erigir una de las mejores películas de fantasía y aventuras del último medio siglo, la trilogía de El Señor de Anillos. Tiene otros talentos, que le permitieron rodar las interesantes pero sobrevaloradas Braindead y Criaturas celestiales. Pero carece de fondo: humano, cultural, experiencial... En el gore o la fantasía heroica -muy lejos de la realidad- se mueve bien. Cuando lo que cuenta, por fantástico que sea, tiene un poso humano, simboliza la realidad o es una metáfora de las pasiones que nos agitan, se estrella.

En esta película hay un fantasma, es cierto, y un mundo entre la eternidad y el tiempo en el que se queda para desenmascarar a su asesino. Pero hay más. Dolor, rabia, crueldad, maldad, amor, compasión, unos padres destrozados, un pederasta repulsivo, un alma que por amor no quiere desasirse del todo del mundo de los vivos. Está basada en una novela escrita -la literatura siempre es terapia, pero en este caso lo es más- por Alice Sebold, que fue violada cuando era estudiante. Demasiado para Jackson. Los sentimientos son muecas; la tensión, una cámara histérica; la sugestión, efectos digitales de imagen y sonido; y el otro mundo, un colorín hortera en el que de milagro no aparecen hobbits y elfos. De vergüenza ajena. Susan Sarandon se cabreó porque cortaron muchas de sus intervenciones. Debería agradecerlo.

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