Crítica 'Underworld: El despertar'

Turquesa tirando a negro

Underworld: El despertar. Acción-aventuras, EEUU, 2012, 80 min. Dirección: Måns Mårlind, Björn Stein. Guión: John Hlavin, J. Michael Straczynski. Fotografía: Scott Kevan. Música: Paul Haslinger. Intérpretes: Kate Beckinsale, Michael Ealy, India Eisley, Stephen Rea.

Inaugurada en 2003, fruto de los tiempos del nuevo cine de atracciones con un ojo puesto en la gran pantalla y el otro en la ventana de los videojuegos y productos derivados, la franquicia Underwold llega a su cuarta entrega con una misma estética de látex embutido y una oscuridad de paleta de after effects para neutralizar a la crítica y agasajar a sus incondicionales con una sobredosis de violencia y acción (ahora en 3D) en un universo apocalíptico de resonancias mitológicas en el que humanos, vampiros y licántropos aún siguen a la greña.

Los suecos Marlind y Stein despachan esta nueva aventura en la que una recuperada Kate Beckinsale de intensa mirada turquesa emula a las nuevas heroínas de acción, duras y acrobáticas, con tanta pericia para la pirueta como escasa capacidad para plantarse en seco y decir sus solemnes frases sin que nos entre un poco de risa.

Dominada por su diseño de producción y por su dimensión arquitectónica, Underworld: El despertar supera etapas y pantallas con tanto gusto por el exceso (a cámara lenta) como prisa por seguir adelante, argumentos que denotan que, en el fondo, no hay mucho en juego. El nacimiento de una hija híbrida garantiza la continuidad de la marca y Stephen Rea, en el papel del Doctor Jacob Lane, se gana el pan con cierta dignidad de histrión.

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