Crítica de Cine

Como en casa de Bertín

No dudo que Roberto Andò sea un buen novelista y un buen director teatral, aunque no lo he leído ni he visto sus espectáculos. Pero tras ver Las confesiones albergo las más serias dudas sobre su talento como director de cine. Porque esta película infantiloide, superficial y estúpida que parece creerse madura, profunda e inteligente compromete lo que de interesante se intuía en su filmografía anterior -especialmente en la sobrevalorada Viva la libertad- y confirma lo que de peor se observaba en ella.

Como un Paolo Sorrentino de tercera (quien a su vez, pese a su brillo visual y su inteligencia, es un Fellini de segunda) se revela Andò en esta fábula tal vez poética y tal vez irónica que enfrenta a un monje y al director del FMI, servidos por un buen Daniel Auteil y un Toni Servillo que en su afán de concentración monástica acaba pareciéndose al Mr. Chance que interpretó Peter Sellers en la película de Hal Ashby. El marco es un encuentro pre apocalíptico del G8 en un retirado hotel de lujo. La poca intriga gira en torno a la muerte del director del FMI tras confesarse con el monje, revelándole tal vez secretos comprometedores. Los diálogos dan vergüenza por su hueca pretenciosidad y puerilidad. Y el estilismo visual lo remata todo con un toque de entrevista en casa de Bertín Osborne.

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