Cima a la amistad | Estreno en Movistar+

Otra 'buddy movie' es posible

Una imagen de 'Cima a la amistad', de Michael Angelo Covino.

Una imagen de 'Cima a la amistad', de Michael Angelo Covino.

Cima a la amistad (The Climb) arranca literalmente en la cima, en una subida en bicicleta al Alpez D’Huez en la que dos amigos norteamericanos de vacaciones charlan sobre las cosas banales de la vida y la inminente boda de uno de ellos. La cámara los sigue en un travelling frontal de retroceso, sin cortes, y con ella asistimos al estallido de la confesión y a la escalada (tragicómica) de la tensión mientras los coches pasan a su lado y la bronca verbal desemboca en pelea. En la siguiente escena, ya en el hospital, se confirma la debacle.

La película se despliega entonces entre siete viñetas coreografiadas en nuevos planos-secuencia para dar cuenta, ya de vuelta en Estados Unidos, de la crónica selecta de una amistad masculina rota por la traición, o más bien por el amor, o más bien por el matrimonio, en lo que se adivina como una novedosa y original variante de la película de colegas en un territorio intermedio entre la estética indie y una cierta europeización y enfriamiento formal de sus señas de identidad.

Kyle (Marvin) y Mike (Angelo Covino), protagonista, guionistas y director de la función, reinventan aquí desde la estructura episódica, la mecánica interna de las secuencias y la atención a los pequeños detalles verbales, físicos y gestuales ese viejo e incorrecto compadreo con el necesario punto de misoginia (véanse a la nueva esposa o a la familia del primero) e infantilismo para su perfecto funcionamiento y cocción a fuego lento, en la paulatina filtración del absurdo, números musicales incluidos, de un amor fraternal que atraviesa fronteras y tiempos en un vaivén de pequeñas y grandes traiciones, reincidencias y patéticas incomodidades que hacen de esta película una auténtica rareza en el panorama de la nueva comedia norteamericana.